Juan Clemente Zenea, el poeta que mira al mar

Editado por Maite González Martínez
2020-04-24 07:22:34

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Foto / Cuba Conecta.

Por: Guadalupe Yaujar Díaz       

La Habana, 24 abr (RHC) El Paseo del Prado o  El Prado, como lo denominamos los cubanos, es un majestuoso bulevar boscoso de estilo europeo que nace en el Malecón habanero.

Sitio mágico, entre lo añejo y la modernidad, ocho emblemáticos leones de bronce a gran escala, que simulan vigilar el extenso parque, guardan andares y amores en las intersecciones del diario espacio conviviente de los capitalinos, foráneos del interior del país, mezcla armoniosa junto al turismo que gusta del escenario.

Y en su comienzo el Paseo del Prado, a pocos metros del Malecón, se levanta una estatua de bronce sobre mármol blanco, dedicada al poeta y revolucionario cubano Juan Clemente Zenea, fusilado en La Cabaña el 25 de agosto de 1871.

La figura del poeta mira al mar y al Morro con aire pensativo y una inscripción reza en su pedestal: “No busques volando inquieta mi tumba obscura y secreta golondrina.”

La obra, erigida en tamaño normal lo muestra sentado, mientras a su lado se levanta la efigie en mármol de una mujer desnuda con una lira en la mano, que representa la inspiración poética de Zenea.  

En la parte posterior del monumento se destacan grabados los versos “A una golondrina”, de la inspiración de Zenea.
¿No es acaso él reconocido quien remarcó la tendencia romántica de las letras hispanoamericanas?
Este conjunto monumentario fue inaugurado en la segunda década del siglo XX por el escultor español Manuel Mateo, a iniciativa de la hija el poeta, Piedad Zenea de Bobadilla.

El poeta, periodista y maestro Juan Clemente Zenea nació en Bayamo en 1832,   En 1845 entra al colegio de José de la Luz y Caballero, donde manifiesta por primera vez su inclinación hacia la literatura.   En 1846 publicó sus primeros poemas en el periódico habanero La Prensa, en el cual llegó a ser redactor en 1849.
A partir de ese momento el número de sus obras aumentaron considerablemente.

Se vio obligado a emigrar a Nueva Orleáns (EE.UU.) en 1852. Desde allí colaboró en El correo de Louisiana, El Independiente y Faro de Cuba, llevando a cabo una fuerte campaña contra el gobierno español.   Fue condenado a muerte y luego amnistiado, al comienzo de la guerra de 1868 se asiló en los Estados Unidos.
Desde Nueva York trabaja para El Filibustero, La Verdad y El Cubano.   Regresa a Cuba al año siguiente y ejerció en el colegio de José de la Luz y Caballero como profesor de inglés. Su obra en general es bastante extensa, y ha sido reconocida numerosas veces, varios de sus poemas se incluye en El laúd del desterrado y es innumerable la cantidad de artículos suyos que aparecen en publicaciones cubanas y españolas de la época.

Son muchas las obras literarias, aparte de innumerables artículos periodísticos y en revistas, que publicó en su relativamente corta vida. Antes de morir, tenía el proyecto de una novela en verso y leyendas que quedaron inconclusas.

Destaca en su poesía una Antología de versos de temas variados, pero siempre líricos, y su maravilloso “Diario de un mártir”, publicado póstumamente, en 1874, en donde, haciendo uso de un lirismo exquisito y tierno, presagia su infausta muerte.

Aunque incursionó activamente en la enseñanza y el periodismo, sin dudas, dedicó su inteligencia a la poesía con las que como nadie supo tocar el alma de sus contemporáneos; y nos lega un valioso patrimonio literario para la posteridad, de la patria y amó y defendió hasta su muerte.



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