La Ciencia en la vida diaria

Editado por Martha Ríos
2016-03-08 22:16:54

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Por  Luis A. Montero Cabrera*

La ciencia es hoy un componente característico de la condición humana. Puede nominarse como una forma de la conciencia social moderna.

Su presencia pública en la información corriente, sus métodos de razonar y demostrar, su belleza, son componentes obligados en una sociedad con aspiraciones socialistas que pone al ser humano y su colectividad, su dignidad y libertad, por encima de cualquier cosa.

Los intereses de información de las personas son muy variados y el diseño, espontáneo y dirigido, de los medios de comunicación en un país suele responder a esos intereses. Es verdad que la espontaneidad completa está ausente en todas partes, incluyendo a los países que dicen tener al mercado como único patrón para la construcción de contenidos.

Siempre hay intereses poderosos que determinan lo que se multiplica a la mayoría de los ciudadanos en términos de información. Mucho y muy trascendente se podría razonar en torno a esto.

Sobre estos dos elementos, la importancia de la ciencia y las temáticas de los medios masivos de comunicación, resulta obligado aproximarnos a lo que debería ser la presencia de la ciencia en la información que le llega a un cubano típico en pleno siglo XXI.

Afortunadamente, otras formas similarmente enriquecedoras de la conciencia social como la vida y creación artísticas y el cultivo de las habilidades del cuerpo humano en el deporte tienen una apreciable presencia en los medios de nuestro país.

Muchas insatisfacciones pueden existir con ellas, mucho más podría hacerse para ponerlas a la altura de los tiempos, pero siempre se opinaría sobre algo que ya existe y goza de presencias constantes en todos los medios, tanto impresos como electrónicos.

Desafortunadamente, un país que ha creado un movimiento científico significativo a partir de la casi nada, gracias a una Revolución innovadora, carece de una equivalente presencia de la ciencia, la tecnología y la innovación en sus medios.

Oficialmente tenemos órganos divulgativos y de discusión como “Juventud Técnica” y en algunos momentos disfrutamos de informaciones adecuadas en otros medios.

Pero un país que produce anualmente cerca de un centenar de resultados científicos comprobados y muy trascendentes, como son los premiados anualmente por nuestra Academia de Ciencias, no divulga y multiplica a toda la población sus contenidos, que nos enriquecerían material y espiritualmente.

Muchas otras fuentes de ciencia “hecha en Cuba”, en universidades y centros de investigaciones, se mantienen más invisibles a la población que hechos, a veces ciertamente insignificantes, de otras facetas de la vida espiritual del país.

Afortunadamente se han incorporado materiales a nuestra televisión que contribuyen a mantener una presencia del conocimiento científico y sobre todo naturalista entre los cubanos, procedentes en su inmensa mayoría del extranjero.

Sin embargo, es imaginable que la factura foránea de esos materiales puede trasmitir una nefasta idea heredada: “¡Que inventen ellos!”, se le atribuye a un pensador peninsular muy influyente.

“¡Inventa tu maquinaria!”, deberíamos decir en todas partes, como se hizo de alguna forma en los años iniciales de la Revolución, cuando Fidel y el Che nos invitaron a ser creativos y cambiarlo todo, para supervivir y avanzar, en medio de adversidades y agresiones.

Nuestra escuela imparte hermosos contenidos desde que un niño comienza a oír las clases de sus maestros y a leer maravillas como “La Edad de Oro”, monumento a la ética y al espíritu creador (y también científico y tecnológico) que nos legó Martí.

Sin embargo, puede apreciarse que muchos de los principios de razonamiento científico actuales están ausentes en nuestra cultura popular media. No se imparten en la escuela como elementos centrales para enfrentar la vida de un siglo marcado como nunca antes por la ciencia, como es el actual.

Muchos apreciamos, justificadamente o no, que los contenidos docentes de las ciencias que se imparten en la escuela general están subordinados a la metodología de la enseñanza, como si se pudiera enseñar bien algo que se conoce a medias.

El reto de que los niños y jóvenes en las escuelas de este siglo XXI deberían tener en sus bolsillos y mochilas dispositivos electrónicos con acceso a toda la información del mundo, como se hace actualmente en cualquier sociedad informatizada, nos debería obligar emergentemente, con prisa y sin pausa, a reformar nuestros contenidos, reciclar y equipar a nuestros maestros y profesores y ponernos a la altura de un muy deseado socialismo próspero y sostenible.

Los cubanos de hoy, y mucho más los del mañana, deberíamos tener la ciencia y el conocimiento científico, las formas de ponerlos en práctica y la iniciativa e innovación en el centro de nuestra vida espiritual y material, tanto como cultivamos la creación artística y nuestros músculos.

* Doctor en Ciencias Químicas y miembro Titular de la Academia de Ciencias de Cuba. Preside la Sociedad Cubana de Química y el Consejo Científico de la Universidad de La Habana.

(Tomado de Cubadebate)



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