Contra el terrorismo, ¿quién le pone el cascabel al gato?

Editado por Maria Calvo
2016-07-15 11:01:16

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por Guillermo Alvarado

El lamentable atentado cometido la víspera en la ciudad francesa de Niza, cuando un individuo proyectó un camión contra una multitud que esperaba la tradicional celebración con fuegos pirotécnicos del 14 de julio, fiesta nacional del país europeo, y causó la muerte de más de 80 personas, demuestra que en la lucha contra las organizaciones terroristas no se puede esperar más.

La brutal acción, como la ocurrida casi al final del mes sagrado del ramadán en Bagdad, la capital iraquí, es muestra de un total menosprecio por la vida de seres humanos, hombres, mujeres y niños totalmente inocentes.

Las fechas escogidas por la agrupación autodenominada Estado Islámico, que se responsabilizó por estos y otros ataques, el fin del ramadán y el aniversario de la toma de la Bastilla, inicio simbólico de la Revolución Francesa, enseñan su disposición de retar a las sociedades y mostrarles su desprecio.

Como señalaron las autoridades rusas, “es hora de echar a un lado nuestras diferencias y cerrar fila ante tragedias como la matanza en Niza”. Es un llamado claro y oportuno sobre la necesidad de poner fin a esta sangría irracional y dolorosa que golpea en cualquier parte del mundo.

Desde Mongolia, durante la apertura del Foro de Cooperación de Eurasia, el primer ministro Dmitri Medvedev consideró que la tragedia en la ciudad francesa obligaba a hallar respuestas colectivas a tales amenazas y desafíos.

Rusia, recordemos, es uno de los países que más ha contribuido a debilitar a los grupos terroristas, en particular al Estado Islámico, gracias a sus acciones coordinadas con el gobierno de Siria, país del que las bandas irregulares armadas se habían apoderado de buena parte de su territorio.

Pero este esfuerzo es insuficiente para erradicar de manera definitiva esta plaga, surgida del caos que potencias occidentales provocaron con sus intervenciones, abiertas o encubiertas, en toda la región levantina.

Hace falta cerrar las llaves del financiamiento a las organizaciones extremistas y evitar que lleguen hasta ellas armas, explosivos, medios de transporte y también la moderna tecnología utilizada para sus comunicaciones y para reclutar incautos en muchos lugares, incluyendo países europeos a donde después vuelven para golpear.

Todo esto es posible, lo único que se requiere es voluntad política y el valor de una mano decidida que, de una vez y de manera definitiva, le ponga al cascabel al cuello del terrorismo internacional.



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