por Roberto Morejón
Si bien la prensa occidental comentó el discurso incendiario de Donald Trump sobre Cuba, omitió las raíces del estridente auditorio del magnate neoyorkino.
Independientemente de la pésima asesoría del controvertido inquilino de la Casa Blanca, sus afanes ultraconservadores lo hicieron sentirse “en su casa” al compartir con los congregados.
El teatro donde se representó el excéntrico show anticubano estaba plagado de figuras de la menguante extrema derecha de Miami.
Desafortunadamente, los ultraradicales de la emigración de origen cubano tienen acceso privilegiado a los medios y a herramientas de poder político.
Como parte de esa influencia llegan a la Casa Blanca mediante los congresistas de difusa relación con Cuba Mario Díaz Balart y Marco Rubio, quienes apuestan por asfixiar por hambre a los habitantes del archipiélago caribeño.
Trump, asesorado tendenciosamente por ellos, encontró un ambiente cómodo al rodearse de los exponentes residuales de la brigada 2506.
El contingente debe ser evaluado con los raseros de la verdad y no de la ficción oportunista de Donald Trump.
Los integrantes de la referida brigada no vinieron a Cuba en 1961 a repartir golosinas, sino a “matar comunistas”, según su jerga, o sea, con la misión de derrocar al gobierno y exterminar al que se encontraran en su camino.
Eran mercenarios impuestos de una misión bien clara de la administración estadounidense, empeñada en destruir una experiencia autóctona, a la que tienen derecho los países soberanos.
Los servidores utilizaron hasta bombas de napalm y no mostraron escrúpulos en su fracasado intento de crear una cabeza de playa que sería reconocida posteriormente por Washington.
Uno de los cabecillas del desembarco por Playa Girón era Manuel Artime, nombre del teatro en el que habló Trump.
De acuerdo con el diario madrileño El País, Artime, también fundador de un grupo terrorista aupado por la CIA, atacó con sus cómplices en 1964 el buque español “Sierra de Aránzazu” durante su travesía con carga inocua hacia La Habana.
¿Alguien habló a Trump de esa acción criminal?
Los cubanos que vieron aquí con irritación el discurso del gobernante estadounidense comentaron, precisamente, sus flagrantes manipulaciones de la historia y del origen de los representantes de la 2506.
Esos números de la infamia son del agrado del autor del portazo al proceso de normalización de relaciones, dilatado y complejo, iniciado por el expresidente Barack Obama.
Pero se equivoca Trump. Esa línea beligerante está en decadencia frente a un creciente sector de cubano-americanos deseosos de una relación serena con el país vecino.