La “solución” yanqui: Destruir, y luego irse

Editado por Martha Ríos
2017-08-26 16:00:25

Pinterest
Telegram
Linkedin
WhatsApp
Presencia yanqui en Afganistán. Foto: Archivo

Por Arnaldo Musa

Ya es oficial, y lo dijo Trump: Estados Unidos no solo mantendrá, sino enviará más tropas a Afganistán, y Paquistán correrá la misma mala suerte si sigue apoyando a lo que Washington califica de terroristas.

Otros 4 000 soldados norteamericanos llegarán a territorio afgano, sumándose a la casi docena de miles que se hallan atrincherados allí en bases y profundos bunkers subterráneos, que atacan generalmente desde el aire, porque se les hace muy difícil bajar a tierra.

El anuncio de Trump implica el reconocimiento de que no podrá la guerra afgana, así como revela la estrategia de Estados Unidos que ya ensayó en otras partes del globo: destruir, y luego irse. Dejando, como admitió el mandatario estadounidense, que otros reconstruyan el país.

Ello conlleva la amenaza a Paquistán, un aliado que le ha salido contestón, porque no combate a los talibanes, trata de destruir los drones norteamericanos que espían y ataca su territorio en busca de “terroristas”, cuando en zonas cerca de la frontera afgano-paquistaní facilitó la entrada a por lo menos 3 000 integrantes del Estado Islámico para que atacara al enemigo Talibán.

En cuanto a los talibanes, el anuncio de Trump se realiza en los instantes en que han acelerado su ofensiva en varios puntos del país, realizado atentados a diestra y siniestra, pero preferentemente a objetivos militares locales y extranjeros y hecho la vida imposible a funcionarios de un gobernó instalado virtualmente por Estados unidos y que solo mantiene precariamente el poder en Kabul y otras zonas urbanas.

La intensificación de la política bélica norteamericana ha recibido el aplauso alemán, mediante su canciller, Ángela Merkel, quien ha prometido aumentar el respaldo a la mano dura estadounidense.

No obstante, Trump ha admitido con su proceder que EE.UU. no podrá ganar nada allí, además de perder al aliado paquistaní, por lo que, además de amenazas ha tratado de tentar a los talibanes con migajas de poder que no ha aplicado con coherencia.

Ello se produce después que los talibanes afirmaran que convertirán a Afganistán en cementerio de la superpotencia, y  que el multimillonario presidente, en una actitud pueril, expresara desde una tarima en la base militar Fort Myer, cerca de Washington: “¡Criminales, perdedores, les ganaremos!”.

Luego explicó, para justificarse, que “las consecuencias de una salida rápida (de las tropas) son impredecibles e inaceptables (…) crearía un vacío que aprovecharían los terroristas, incluidos de Daesh y Al Qaeda", y dejó claro que la ayuda, ni es un cheque en blanco, ni será infinita.

"Es hora de hacer de Afganistán el problema de otro", agregó, para luego amenazar a Islamabad: "El terrorismo y el extremismo han causado grandes sufrimientos al pueblo paquistaní, (…), pero Paquistán también dio refugio a organizaciones que intentan cada día matar a nuestra gente", disparó.

Pero China reaccionó a esta acusación. La portavoz de la Cancillería del gigante asiático, Hua Chunying, dijo que "Paquistán se encuentra en la primera línea del frente contra el terrorismo, hizo grandes sacrificios y una contribución importante a esta lucha, así como a la preservación de la paz y la estabilidad".

Como se puede apreciar, el tema de Afganistán es mucho más complejo y revela una vez más las contradicciones que existen en la administración norteamericana. Porque el propio Trump se preguntaba recientemente qué hacía EE.UU. en Afganistán.

Analistas nada sospechosos de ser centraros a Estados Unidos coinciden en señalar que la nueva estrategia dada a conocer por Trump es el reconocimiento de una derrota militar en toda regla.

Y es que después de 17 años, las tropas norteamericanas no han podido derrotar al Talibán y a otros fuerzas que considera terroristas de Afganistán, una de las naciones más pobres del mundo, a la cual atacó injustificadamente en consonancia con la política  de represión mundial que determinó, bajo la justificación de los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2011 a las Torres Gemelas neoyorquinas y el Pentágono en Washington.

Con la amenaza a Paquistán, EE.UU. trata de enviar un mensaje agresivo a China, pero también oculta las otras razones estadounidenses, que ya existían en el 2001, antes de la invasión a Afganistán, que era la necesidad de un oleoducto y gasoducto que llevaría los recursos energéticos de Turkmenistán hasta Pakistán y el mar arábigo, pasando por Afganistán.

Esto implicaba que si los talibanes no complacían los deseos de la potencia, se produciría la agresión de todas maneras.

Para el investigador Juan Aguilar, “tener ocupado o controlado Afganistán, era también una forma de impedir a los entonces soviéticos, — hoy rusos —, y chinos fundamentalmente, el paso hacia los mares cálidos del sur.

"Y en la actualidad con mucha mayor gravedad todavía, la continuación de la Ruta de la Seda, que tiene que enganchar desde Asia Central, pasando por el norte de India y Paquistán, con Irán. ¿Qué está en medio? Afganistán. Esas razones geopolíticas son de tan importante peso como para que EE.UU. no quiera dejar su presencia en Afganistán”

Y si no puedes conquistar, destruye todo lo que puedas destruir, antes de irte, asegurándote que nada se construya.

(Tomado de Cubasí)



Comentários


Deixe um comentário
Todos os campos são requeridos
Não será publicado
captcha challenge
up