Conspiración en Londres?

Editado por Maite González Martínez
2017-10-06 09:00:32

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Por: Guillermo Alvarado

Este viernes la libra esterlina, la moneda del Reino Unido, se desplomó en los mercados internacionales cuando se divulgó que un grupo de diputados del Partido Conservador estarían conspirando para derrocar a la primera ministra, Theresa May, quien evidentemente no logró su objetivo de unir filas en un accidentado discurso pronunciado el miércoles.

La libra cedió mucho terreno ante el dólar estadounidense y el euro que utilizan varios países de la Unión Europea, lo que viene a complicar aún más el panorama en una nación donde existe consenso en separarse del bloque continental, el así llamado “brexit”, pero son muchas las diferencias sobre cómo llevar adelante el proceso.

May y muchos de sus seguidores prefieren un divorcio duro, es decir abandonar el mecanismo integrador, incluida la zona de libre comercio, los acuerdos migratorios y las normas aduaneras vigentes.

Otros, entre ellos el Partido Laborista, prefieren una ruptura suave, irse de la Unión Europea sin perder las ventajas de un mercado común, mantener la libre circulación de personas y otros avances que resultan mutuamente ventajosos.

La jefa de gobierno británico resultó víctima de una maniobra que ella misma urdió, cuando sorprendió a todos con una convocatoria anticipada a elecciones en junio pasado con el propósito de incrementar su ventaja en el Parlamento, doblegar a la oposición a un brexit duro e imponer sus condiciones a sus antiguos socios. En el clásico tiro por la culata, May perdió la mayoría legislativa y quedó muy debilitada.

A los conservadores, también llamados Torys, les preocupa sobremanera que en los comicios de marras sus principales rivales, los laboristas encabezados por un cada vez más carismático Jeremy Corbyn, les puedan arrebatar el poder y no pocos se preguntan si acaso será el momento de sustituir a Theresa May.

El miercoles, durante la clausura de un congreso conservador, la primera ministra intentó calmar los ánimos y anunció algunos programas de beneficio social, entre ellos de vivienda, y llamó a los jóvenes a conservar el “sueño británico”.

La alocución, sin embargo, fue muy accidentada, primero por una afección en la garganta de la jefa de gobierno que casi la hizo perder la voz, luego la interrupción por un comediante que le entregó una notificación simbólica de despido y hasta el desplome de un cartel de apoyo que estaba detrás suyo.

Hasta donde se sabe, son unos 30 legisladores conservadores los que buscan la sustitución de May, una cifra aún insuficiente para lograr ese objetivo, pero simbólica en el sentido de que no fructificaron los llamados a la unidad sino que, por el contrario, las grietas son cada vez más visibles.

Al otro lado del canal de La Mancha, las autoridades de la Unión Europea observan la tormenta a buen resguardo y no cabe ninguna duda de que afilan sus cuchillos para sacar el mayor partido posible a un divorcio que desde su anuncio se pronosticó como prolongado, doloroso y ruinoso para cualquiera de las dos partes y, según se mira, la más afectada parece ser de momento la británica.



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