Cuito Cuanavale: 30 años de una batalla decisiva para África

Editado por Bárbara Gómez
2018-03-23 22:11:35

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La participación de las tropas cubanas en la batalla de Cuito Cuanavale fue decisiva para el derrocamiento del Apartheid en Angola.Foto:Cubaminrex.

Por: Rodolfo Benítez, Embajador de Cuba en Sudáfrica/Cubaminrex.

El 23 de marzo de 2018 marca el 30 aniversario  de la batalla de Cuito Cuanavale, pequeño poblado de la provincia angolana de Cuando Cubango, 825 kilómetros al sureste de Luanda, en la confluencia de los ríos Cuito y Cuanavale, de los que toma su nombre.

Aquella remota localidad, antigua base aérea de la OTAN, se convirtió en símbolo de resistencia y valor, tras la victoria de las Fuerzas Armadas Populares para la Liberación de Angola (FAPLA), junto a internacionalistas cubanos, namibios y sudafricanos, contra el ejército del oprobioso régimen del Apartheid.

Para principios de noviembre de 1987, las fuerzas armadas sudafricanas habían cercado en el poblado a las mejores unidades angolanas y estaban preparándose para aniquilarlas. La caída de Cuito era inminente, lo que significaría un golpe demoledor al gobierno angolano.

El ejército de la Sudáfrica racista contaba para su ofensiva con poderosas fuerzas de infantería, aviación de combate moderna, tanques, artillería de largo alcance y antiaérea, así como armamento de alta precisión.

En ese contexto,  una vez más, Cuba respondió rápidamente al pedido de ayuda del gobierno angolano. Decenas de miles de combatientes cubanos voluntarios, junto con equipos militares vitales, recorrieron más de diez mil kilómetros de distancia desde el Caribe y cruzaron el Atlántico.

Revertían así los viajes de los barcos negreros que llevaron esclavos africanos a Cuba en los siglos anteriores, y regresaban ahora a la tierra de sus ancestros para liberar al continente de la dominación racista.

Las tropas cubanas se dirigieron al sur de Angola para atacar por el suroeste en dirección a Namibia. Mientras, 800 kilómetros hacia el este, unidades cubanas selectas avanzaron hacia Cuito Cuanavale y allí prepararon una trampa mortal a las poderosas fuerzas sudafricanas que avanzaban.

El objetivo no se limitaba a defender a Cuito. Las acciones iban dirigidas a sacar a las Fuerzas de Defensa Sudafricanas, de Angola, de una vez y para siempre. Posteriormente, el Comandante en Jefe Fidel Castro describiría su estrategia al líder del Partido Comunista sudafricano, compañero Joe Slovo: Cuba pararía la embestida sudafricana en Cuito y luego atacaría en otra dirección, “como el boxeador que con la mano izquierda lo mantiene y con la derecha lo golpea”.

El 23 de marzo de 1988, los sudafricanos y la agrupación armada fantoche Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (UNITA), apoyados por Estados Unidos, lanzaron su último asalto de envergadura contra Cuito. Pero fueron definitivamente frenados por las fuerzas revolucionarias de Angola, Cuba y de la Organización para la Liberación de África Occidental (SWAPO), con apoyo de miembros del ANC sudafricano.

Fidel Castro enfatizó en la importancia de aquella batalla: “En Cuito Cuanavale  la Revolución Cubana se jugó todo, se jugó su propia existencia, se arriesgó a una batalla en gran escala contra una de las potencias más fuertes de las ubicadas en la zona del Tercer Mundo, contra una de las potencias más ricas, con un importante desarrollo industrial y tecnológico, armada hasta los dientes, a esa distancia de nuestro pequeño país y con nuestros recursos, con nuestras armas”.

El régimen del Apartheid trató de presentar su derrota en Cuito como una retirada táctica. A lo largo de los años, algunos autores han tratado de reescribir la historia, minimizando e incluso ignorando la relevancia de la contienda en Cuito Cuanavale. Pero los revolucionarios africanos nunca tuvieron dudas sobre quién ganó la batalla y su relevancia.

Cuito Cuanavale, afirmó el líder africano Oliver Tambo, fue el Waterloo de la Sudáfrica racista.

Nelson Mandela diría sobre la participación de Cuba en los combates: “La presencia de ustedes y el refuerzo enviado para la batalla de Cuito Cuanavale tienen una importancia verdaderamente histórica. ¡La aplastante derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale constituyó una victoria para toda África!¡Esa contundente derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale dio la posibilidad a Angola de disfrutar de la paz y consolidar su propia soberanía!¡La derrota del ejército racista le permitió al pueblo combatiente de Namibia alcanzar finalmente su independencia!¡La decisiva derrota de las fuerzas agresoras del apartheid destruyó el mito de la invencibilidad del opresor blanco!¡La derrota del ejército del apartheid sirvió de inspiración al pueblo combatiente de Sudáfrica!¡Sin la derrota infligida en Cuito Cuanavale nuestras organizaciones no hubieran sido legalizadas!¡La derrota del ejército racista en Cuito Cuanavale hizo posible que hoy yo pueda estar aquí con ustedes!¡Cuito Cuanavale marca un hito en la historia de la lucha por la liberación del África austral! ¡Cuito Cuanavale marca el viraje en la lucha para librar al continente y a nuestro país del azote del apartheid!”

Fidel Castro explicaría años después: “Nosotros sabíamos, ¡cómo íbamos a ignorarlo!, que aquellos acontecimientos habrían de influir profundamente en la propia vida de Africa del Sur, y era una de las razones, una de las motivaciones, uno de los grandes estímulos que nos impulsaban; porque sabíamos que al resolver el problema allí en Angola, las fuerzas que luchaban contra el apartheid recibirían también los beneficios de nuestras luchas”.

Solo cuando Pretoria cumplió con las obligaciones pactadas en el acuerdo de paz, se produjo la retirada de las tropas cubanas de Angola, pues habían desaparecido las causas de su presencia allí.

Regresaron a Cuba con la frente en alto, llevando consigo únicamente la amistad de los pueblos africanos, las armas con que combatieron con modestia y valor a miles de kilómetros de su país, la satisfacción del deber cumplido y los restos gloriosos de nuestros hermanos caídos.

30 años después de la batalla, nuestro primer y emotivo recuerdo es  para los  combatientes que murieron defendiendo nobles ideales de justicia y libertad. La sangre derramada en tierras angolanas no fue en vano.

Hoy los visitantes del Parque de la Libertad en Pretoria pueden observar en un Muro de Honor allí emplazado, los nombres de los más de dos mil cubanos mártires del antiapartheid, cuyo sacrificio supremo cimentó para siempre las especiales y profundas relaciones de hermandad entre Cuba y Sudáfrica.

Suman millones los hombres y mujeres que aseguraron desde Cuba el éxito de la misión, suplieron con más horas de trabajo a los que partían al combate y se esforzaron para que nada faltara a la familia del combatiente o colaborador civil.

Merecen especial reconocimiento los familiares de nuestros internacionalistas. Con singular estoicismo soportaron la ausencia, infundieron ánimo en cada carta y evitaron mencionar dificultades y preocupaciones.

No nos arrepentiremos jamás de haber escrito una de las páginas más hermosas de la historia de la solidaridad entre los pueblos y entre los revolucionarios.

El pueblo cubano, que entonces cumplió con su deber internacionalista con las armas en la mano, hoy continúa y continuará desarrollando su vocación solidaria, en las batallas por la salud, la educación y el desarrollo de los pueblos hermanos de África.

 



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