Izquierda brasileña a los trabajos de Hércules

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2018-10-08 08:35:45

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Foto: Archivo.

Por: Guillermo Alvarado

La primera vuelta de las elecciones en Brasil terminó con un cómodo resultado para la extrema derecha del país, que logró ventaja para encarar la ronda definitiva el próximo 28 de octubre, obligando a la izquierda a hacer trabajos forzados para conseguir un resultado que se antoja tan difícil como los del mitológico héroe griego Hércules.

El ultraderechista Jair Bolsonaro, apoyado por la gran prensa nacional e internacional y los sectores económicos poderosos logró el 46 por ciento de los sufragios, en tanto el representante del Partido de los Trabajadores, PT, Fernando Haddad, quedó segundo con 29 puntos.

Recordemos que Haddad hizo menos de un mes de campaña pues fue hasta el 11 de septiembre cuando se le nombró sustituto del expresidente Luis Inacio Lula da Silva, víctima de una conjura judicial para impedir su participación en los comicios.

La designación quizás fue tardía pues, si bien por un lado Lula luchó hasta el final por su candidatura, por el otro no le dejó tiempo suficiente a su heredero para dar a conocer su programa en un país inmenso y donde el mero nombre de un partido, o de un político, no fue suficiente para romper las barreras del miedo y la desconfianza.

Todo el mundo sabe que el capital electoral no se traslada de una persona a otra de manera automática, porque para obtener el voto hay que establecer una corriente de confianza entre candidato y población, que debe construirse paso a paso.

Otra mala noticia para el PT este domingo fue la derrota de la expresidenta Dilma Rousseff, que aspiraba a un puesto en el Senado por el estado de Minas Gerais y quedó fuera de la contienda.

En las elecciones nada está definido hasta que se cuenta el último voto y no hay que pensar que el revés de esta jornada marca definitivamente la derrota en la contienda, pero será más fácil revertir los resultados si se toman en cuenta los factores que están incidiendo en la izquierda.

El primero de ellos es una tendencia suicida a la separación. En una ocasión un político francés con quien conversé al respecto me señaló que todo seguirá igual mientras muchos dirigentes mantengan el concepto de “todos unidos, pero todos unidos detrás de mi”.

Urge buscar formas novedosas de unidad, sin ningún vestigio de hegemonismo o cacicazgos, que inviten al pueblo a creer en un proyecto serio, sobre todo en el caso de Brasil donde lo que está en juego va mucho más allá de tendencias o partidos políticos y es el futuro de la patria lo que se va a decidir el 28 de octubre.

Ya no se trata de derecha o izquierda, se trata de lucha de clases, de impedir que un fascismo como quizás no se ha visto antes en la región se apodere del país más grande del continente y vuele en pedazos lo que queda de integración, de los sueños de nuestros padres fundadores, Martí, Bolívar, Sandino, Farabundo Martí y el Ché.

Es la historia y el futuro lo que se deciden, y los políticos brasileños no pueden darse el lujo de ignorar esta encrucijada. No es una opción, es un imperativo unirse con el pueblo e impedir a tiempo la catástrofe.



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