Tarea imposible

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2021-05-07 07:54:22

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Benjamin Netanyahu. Foto: Archivo/RHC.

Por: Guillermo Alvarado

La aguda crisis política que afecta al Estado de Israel entró en una nueva etapa, luego del fracaso del primer ministro en funciones, Benjamin Netanyahu, para formar un nuevo gobierno tras las cuartas elecciones legislativas celebradas en dos años y medio.

Pocos países hay en el mundo donde exista una clase política tan fragmentada, con partidos que mantienen una rivalidad visceral en un espectro que va más allá de las tradicionales posiciones de izquierda, centro y derecha, porque están influidas por fundamentalismos religiosos muy marcados.

Una muestra de ello es que en un parlamento que tiene apenas 120 escaños, hay en la actualidad representantes de 13 agrupaciones y jamás en la historia ninguna por sí sola ha conseguido los 61 diputados que significan la mayoría para gobernar sin necesidad de alianzas.

A partir de 2009 el partido de corte sionista Likud, de Netanyahu, logró mantenerse en el poder de manera ininterrumpida durante diez años, pero ese esquema se agotó, entre otras cosas, por las acusaciones de corrupción contra el primer ministro, que tiene varios juicios pendientes.

Desde entonces las precarias coaliciones han caído una tras otra, víctimas de sus contradicciones internas.

Esta semana el presidente israelí, Reuven Rivlin, le encargó al opositor Yair Lapid, de la agrupación Hay un Futuro, la ardua tarea de formar un nuevo ejecutivo, lo que se antoja muy difícil.

Para lograrlo tendría que convencer a legisladores laboristas, considerados de izquierda, a los del centro y la derecha moderada, así como a los partidos árabes. El único denominador común de ellos es el rechazo a Netanyahu, pero tienen posiciones diferentes en casi todo lo demás.

Lapid consiguió 17 escaños en los comicios del 23 de marzo último por lo que tendrá que ser casi un mago para alcanzar los 61 que le permitan gobernar y poner fin a la “era Netanyahu”, quien observa con inquietud los acontecimientos.

El caso es que si sus rivales consiguen construir esa alianza, él quedará como un simple ciudadano y tendrá que responder ante la justicia por los delitos de abuso de poder, soborno y fraude que lo podrían llevar a la cárcel varios años.

Hay 28 días de espera hasta saber qué ocurrirá, pero si la intentona de Lapid es inútil, entonces habría que celebrar las quintas elecciones consecutivas lo que, más allá de una crisis, sería un total fracaso del sistema político israelí.

Como ya he dicho otras veces, nada de esto significa un alivio para el pueblo palestino, sometido a un proceso de exterminio y la negación de su legítimo derecho a formar un Estado independiente y soberano.      



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