Por: Roberto Morejón
En las octavas elecciones generales en Paraguay desde la caída de la dictadura de Alfredo Stroessner, en 1989, se vislumbra, aunque no es seguro, que el omnipresente Partido Colorado pueda ceder paso a un opositor.
En siete décadas y media, el gobernante Partido Colorado, con una maquinaria asfixiante, solo perdió una elección, en 2008, cuando triunfó el exobispo Fernando Lugo, a quien desalojaron mediante un golpe palaciego.
Los paraguayos van el domingo a otros comicios a escoger entre 13 candidatos, en medio de muchos sondeos dudosos por la parcialidad con el oficialista Partido Colorado, al pronosticar la victoria de Santiago Peña, o sea, la continuidad del régimen.
Pero esta vez el gubernamental colectivo político está más fracturado que antaño por las divergencias entre el saliente presidente Mario Abdo Benítez y el ex primer mandatario Horacio Cartes, este último patrocinador de Santiago Peña.
En esa coyuntura desfavorable para los colorados irrumpe un conocido de la política paraguaya, el opositor Efraín Alegre, en su tercer intento por llegar a ser Jefe de Estado.
Alegre denunció la corrupción, el clientelismo y el incumplimiento de las promesas de Abdo Benítez, en un país con macroeconomía solvente y severas deficiencias de los servicios públicos.
En Paraguay, donde le atribuyen a los colorados beneficiarse del fraude como lo hizo Stroessner, todavía hay riesgo de compra de votos, según denuncian opositores.
No obstante, ese margen de maniobra pareciera insuficiente hoy ante el dilema creado por Estados Unidos, tradicional apoyo de los colorados, pero ahora enfrentado a Horacio Cartes, a quien tildan de corrupto.
Inevitablemente, las imputaciones a Cartes salpican a su delfín Santiago Peña.
En la acera opuesta emerge Efraín Alegre, ex ministro de Obras Públicas del gobierno de Lugo y presidente del Partido Liberal Radical Auténtico, al frente de una coalición de centro, denominada Concertación Nacional.
Alegre genera entusiasmos al prometer un gobierno paritario, revisar relaciones con Taiwán y rechazar el dinero sucio proveniente del crimen organizado.
Si gana, afirma, habrá cambios, un propósito enarbolado por muchos en Paraguay, sobre todo en esa quinta parte de la población que, según el Banco Mundial, sufre pobreza.
Alegre y sus colaboradores saben que las élites y el dividido y no liquidado Partido Colorado tratarán de afianzar el continuismo.