Imagen: Rehably

Por:Roberto Morejón.

Autoridades estadounidenses y mexicanas discutieron recientemente sobre el grave problema del alto consumo de drogas sintéticas, en especial del fentanilo, en la potencia del Norte, fenómeno cuyas causas algunos allí intentan atribuir en parte a su vecino del sur.

Un grupo de republicanos incluso pidió que las fuerzas armadas estadounidenses bombardeen a los cárteles mexicanos y sus laboratorios.

Altos representantes de los dos países se comprometieron en Ciudad de México a atender la migración y a combatir el fentanilo, esta última convertida en el azote de la sociedad estadounidense, el principal mercado de drogas en el mundo.

La administración del presidente Joseph Biden busca en México apoyo para una estrategia conjunta contra el tráfico de fentanilo, considerado en Estados Unidos un problema de salud pública, al cobrar más de 100 mil vidas.

Las narrativas de los dos gobiernos difieren al abordar un problema tan espinoso y no faltan los extremistas en filas republicanas y en parte de la prensa que tratan de otorgarle a México un papel determinante en la elaboración del fentanilo.

Ese tipo de estupefaciente no se produce en México, aseguraron sus autoridades, sin dejar de reconocer que ciertos cárteles del narcotráfico comercian con él, pero conocen que sus principales ganancias las tendrán con la venta en Estados Unidos.

Los mexicanos subrayaron que en su país no hay una crisis de consumo de fentanilo, incautaron más de mil 400 toneladas de precursores químicos usados para drogas sintéticas y destruyeron casi 2 mil laboratorios de grupos criminales.

Afirman los mexicanos que internamente no se han detectado laboratorios dedicados a la elaboración del citado alucinógeno y que llegarán al fondo del origen de los precedentes químicos manejados en la elaboración del producto.

De acuerdo con la parte mexicana, hasta el propio Secretario norteamericano de Estado, Anthony Blinken, admitió que su vecino hace contribuciones clave en la denominada coalición de naciones impulsada por Washington para enfrentar la amenaza de las drogas sintéticas.

Todo apunta a que es más cómodo para ciertos sectores en Estados Unidos desviar la atención hacia los que en el exterior consideran causantes de sus percances internos, en lugar de ejecutar una política eficaz de contención del alto consumo de alucinógenos en la primera potencia mundial. FIN