Rafael Trejo y el coraje de sus 20 años (+Audio y Fotos)

Editado por Martha Ríos
2019-09-30 15:35:47

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El joven, de aspiraciones tan profundas y maduras, era dueño de una personalidad esplendorosa. Fotos: EcuRed

 Por Martha Gómez

Tenía sólo 20 años el revolucionario universitario Rafael Trejo González cuando cayó, muy cerca de los predios del Alma Máter, abatido por dos disparos policiales el 30 de septiembre de 1930, mientras participaba en una combativa manifestación estudiantil contraria a los intereses reeleccionistas y entreguistas del dictador Gerardo Machado.

Un suceso cruento y doloroso que marcó un hito definitorio y potenciador de la lucha contra el sátrapa, cuya dictadura fue barrida por una revolución popular en 1933.

Felo, como lo llamaban familiares y amigos, pocos años antes había recogido el batón de combate dejado por antecesores como Julio Antonio Mella, asesinado por orden de Machado en las calles de Ciudad de México.

Raúl Roa García, después canciller de la Dignidad, recordó siempre el primer encuentro con el bisoño Felo Trejo el día en que ambos coincidieron al hacer la matrícula de la carrera de Derecho, en la Universidad de La Habana, ocasión en la que simpatizaron de inmediato y se selló una gran amistad y compañerismo hasta la muerte intempestiva de su amigo.

Roa guardó en su memoria la convicción con que Trejo le dijo que Derecho era su mejor elección, porque se avenía a su temple luchadora, su afán de justicia.

No aspiraba a enriquecerse con la profesión, sino a servir a la Patria y a sus semejantes, sobre todo a los desposeídos y olvidados por las leyes que beneficiaban a los poderosos. Como él, tenía al Apóstol José Martí de guía.

Ese joven, de aspiraciones tan profundas y maduras, era dueño de una personalidad esplendorosa, según sus coetáneos. Tenía la pureza, candor y energía inquieta de un niño, en el cuerpo fornido de un atleta, moldeado por la práctica sistemática del remo, aunque también era aficionado al ajedrez.

Muy sociable y carismático, su presencia física era impecable, al estilo de su época, con sus lustrosos cabellos negros y bigote mongol.

Su casa, en la barriada de La Víbora, era punto de reunión de sus allegados y compañeros de estudio, que se reunían allí a cantar, acompañados por Felo al piano, a oír la radio y pasar buenos ratos.

En la Universidad desde 1927, enseguida se integró a la Federación Estudiantil Universitaria (FEU, fundada cinco años antes por Mella), y al Directorio Estudiantil.

A poco de comenzar  fue suspendido temporalmente de asistir a la institución docente por sumarse con vigor a una movilización de apoyo a otros compañeros que iban a ser castigados con la separación, por los frecuentes consejos disciplinarios que entonces asolaban los claustros universitarios tras el objetivo de refrenar los reclamos juveniles.

Por entonces, se luchaba contra la corrupción de los colectivos de maestros de ese nivel, por la mejora de los métodos de enseñanza, demandantes de actualización, por la vinculación de la enseñanza al desarrollo del país.

Luego, las aspiraciones rebasaron esos marcos y se extendieron a la dramática situación económica y social de la nación.
   

Cuando se reincorporó  a clases, participaba en mítines y las llamadas tánganas callejeras que buscaban el aporte de otros sectores al movimiento político progresista que emanaba de la Universidad de La Habana.

Al momento del crimen que acabó con la vida de Felo, era vicepresidente de la FEU en la Facultad de Derecho y uno de los dirigentes más activos y valientes. No podía faltar a la cita del 30 de septiembre.

Su sepelio se convirtió en una masiva manifestación de duelo popular. Antes, en su cámara funeral instalada, se calcula se hicieron presente unas seis mil personas.

Al día siguiente de su entierro,   Machado suspendió las garantías constitucionales y clausuró la Universidad. Tales arbitrariedades no mataron el espíritu de lucha que ya se generaba en la histórica institución.

Después de su muerte, su padre llevó valientemente una batalla legal para limpiar el nombre de su hijo, a quien los esbirros acusaron de portar un arma, con la cual  había atacado al agente policial que le disparó a mansalva en la cabeza.

Una vecina, oculta tras las persianas de su vivienda, junto a sus pequeños hijos, se atrevió a testificar a pedido del atribulado progenitor. Ella había  visto que el joven estudiante estaba desarmado totalmente y solo había forcejeado a mano limpia con el gendarme, cuando este se le encimó para reducirlo.

Años más tarde, en entrevista para la prensa, la hija de esa señora afirmó que aunque su madre reconoció al agente asesino, cuando lo presentaron ante ella con ese fin, las amenazas veladas y directas que se le hicieron entonces, le impidieron denunciarlo, para proteger a sus descendientes.

Rafael Trejo González, el patriota que siempre soñó con ayudar a cumplir el sueño inconcluso de Martí, había nacido el nueve de septiembre de 1910, en San Antonio de los Baños, hoy perteneciente a la provincia de Artemisa.(Tomado de la ACN)

 



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