La casa de María Antonia en la vida de Fidel, Raúl y el Che (+Fotos)

Editado por Bárbara Gómez
2023-08-09 23:37:17

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Fotos: Prensa Latina.

Todavía resuena en oídos de los cubanos la carta de despedida del Che a Fidel el 3 de octubre de 1965, día memorable porque se presentaba el primer Comité Central del Partido Comunista de Cuba.

Aquel primer párrafo que ya de por sí lo decía todo, como otras muchas frases del texto leído ese día por el líder cubano, quedó grabado para siempre en el recuerdo del pueblo:

“Fidel. Me recuerdo en esta hora de muchas cosas, de cuando te conocí en casa de María Antonia, de cuando me propusiste venir, de toda la tensión de los preparativos”.

Han pasado desde aquella lectura 58 años, y por suerte el edificio donde vivía María Antonia -una cubana que la dictadura de Batista le había asesinado a su hermano- en la calle José de Emperán 49, en la colonia Tabacalera, muy cerca del Monumento a la Revolución, sigue intacto, aunque marcado por el tiempo.

Allí, en su frente, hay una placa que marca el primer encuentro entre Fidel y el Che por mediación de Raúl, que fue develada por la Secretaría de Turismo capitalina, la delegación Cuauhtémoc y la embajada de Cuba en México, el 26 de marzo de 2014.

Fidel salió de Cuba en 1955 después de la amnistía a los sobrevivientes del ataque a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, entró a México por Mérida, el punto más cercano a su país, pasó por Campeche y continuó viaje por Veracruz hacia la Ciudad de México.

Ya Raúl estaba en el Distrito Federal y allí en Emparán le presentó al Che en la casa de María Antonia, la cual se convertiría en punto consuetudinario de reunión.

En ese encuentro inicial conversaron durante 10 horas ininterrumpidas, y de allí el doctor Ernesto Guevara dejó la bata blanca y salió hartamente convencido de que su futuro estaba en Cuba.

Las reuniones fueron innumerables, y junto a ellos tres, participaba un mexicano armero conocido casualmente por Fidel cuando estaba en busca de armas no solo para hacer ejercicios, sino acopiarlas para una futura expedición.

Ese señor se llamaba Antonio del Conde, a quien Fidel lo bautizó con el sobrenombre de El Cuate por su condición de mexicano, y fue pieza imprescindible para la expedición pues no solamente buscó el yate Granma, sino que consiguió todo el armamento, misión que incluso continuó cumpliendo después del desembarco.

La residencia de María Antonia era un pequeño departamento marcado con la letra C, que Fidel convirtió en su cuartel general y depósito de armas, incluso hasta después de la salida del yate que El Cuate recopilaba para enviarlas para la Sierra Maestra.

Con solo ese hecho, baste para medir el enorme valor de la colaboración que prestó esa gran mujer.

A unas cuadras del edificio, está el Café Habana -que por suerte sigue abierto, aunque más remodelado-, al que acudía el grupo a tomar café expreso y comerse alguna torta típica de México.

De allí también salió, según una de las varias versiones, la que hoy se denomina en todo México “torta cubana”.

Según rememora gente cercana a los dueños del establecimiento, todo surgió porque a la pegunta de ¿qué le pongo? Fidel invariablemente respondía: “de todo un poco”, y los mexicanos que veían el rico pan relleno, decían “lo mismo que al cubano”, después la abreviaron: “a la cubana” y se quedó “torta cubana” la más grande porque el lunchero le pone todo.

Según algunas versiones mexicanas, en ese café Fidel elaboró un manifiesto para la creación del Movimiento 26 de Julio como una organización político-militar.

La casa de María Antonia y el Café Habana no fueron los únicos lugares de México para la preparación revolucionaria que Fidel dirigió durante su estancia en este país.

El Estado de México fue el lugar escogido para entrenar a sus hombres. Las montañas de Ayotzingo en el municipio de Chalco fueron el escenario más parecido al que se encontrarían en Sierra Maestra.

Fidel y el «Che» y unos 40 futuros expedicionarios vivieron también en una casa ubicada en penitenciaria 27 colonia Morelos con la familia Vanegas quienes tenían una imprenta, y uno de los hermanos, Arsacio, luchador profesional, los entrenó.

También se reunían en la casa del General Fernando Gutiérrez Barrios, en su casa de la calle de Teziutlán Número 30.

Fidel y el Che se reunieron en varias ocasiones con la familia Gutiérrez Barrios, y la importancia que tiene es que fue la última morada en la que estuvo en México antes de partir en el Granma con sus 82 héroes el 25 de noviembre de 1956 para iniciar la guerra necesaria. (Tomado de Prensa Latina).



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