Las mil pesadillas dibujadas a lápiz de Laurie Lipton

Editado por Maria Calvo
2016-09-12 12:33:20

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La Habana, 12 sept (RHC)- Recientemente se estrenó en España el documental 'Love bite: Laurie Lipton', en el canal Movistar +, que recorre la vida y obra de esta artista que hasta ahora no había captado la atención de los circuitos artísticos principales.

La obra de la dibujante estadounidense Laurie Lipton podría considerarse, en su conjunto, un amargo grito de dolor. Sus dibujos, en su mayor parte de formato mediano y, generalmente, ejecutados a lápiz con un trazo obsesivo y finísimo, expresan casi siempre escenas perturbadoras, como fragmentos de pesadilla: calaveras y esqueletos, niñas vulnerables en medio de un amenazante mundo de adultos inconscientes y siniestros, la soledad expresada en sus más sórdidas formas, seres humanos putrefactos y disminuidos en un mundo de basura, máquinas y cámaras de vigilancia... Su obra es a la vez el llanto de una niña asustada y la mirada fría y crítica de una adulta perspicaz. 

Los dibujos nacen de una necesidad terapéutica temprana. A los cinco años sufrió el ataque sexual de un perturbado que se había escapado de un manicomio y quedó marcada para siempre. Como explica un artículo publicado en 'El Confidencial', "la única manera que encontró la pequeña para aliviar su angustia fue dibujando. Y lo que salía de su cabeza no eran precisamente escenas felices: hombres ahorcados, cuerpos mutilados o cadáveres con penes gigantescos que se transforman en serpientes".

Sin embargo, sus padres no se alarmaron ante aquello. Eran los años 50 y la psicología infantil era algo rayano en la ciencia ficción para una familia obrera estadounidense. Simplemente, "la animaron a seguir dibujando". 

Él me hizo artista", sentencia Laurie Lipton respecto a su agresor. "Sé que suena muy raro, pero le estoy agradecida. Sufrí, pero ahora estoy muy agradecida. Nunca sabes qué regalo puede venir del sufrimiento. Nunca lo sabes", subraya.

Un vistazo a la obra de Lipton basta para vislumbrar las raíces y las múltiples implicaciones de su trauma. Las imágenes que componen su trabajo artístico reflejan no solo el dolor interno, sexual y emocional de la niña violada, sino el contexto histórico que lo enmarcó, el escenario social hipócrita y amenazante de la América de los años 50 en que aquello ocurrió. Sonrisas publicitarias y personas felices en medio de la mediocridad habitan un mundo marcado por la resaca de la Segunda Guerra Mundial, por el consumismo compulsivo y por la amenaza nuclear aún omnipresente. El resultado artístico: un horror hiperrealista y mil pesadillas dibujadas a lápiz. 

 

 

 

(RT)



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