Fidel Castro sigue siendo sinónimo de Cuba en Rusia

Editado por Julio Pérez
2021-08-13 05:15:41

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Moscú, 13 ago (RHC) Fidel Castro es mi pasaporte en Rusia, no solo el mío, sino el de casi todos los cubanos que andan por acá y su corazón bombea con los logros, triunfos y sinsabores de su isla, resalta el corresponsal de Prensa Latina aquí, Mario Muñoz.

Aun a nueve mil 582 kilómetros (distancia entre La Habana y Moscú), aunque lejanos aquellos tiempos de amistad sincera con la otrora Unión Soviética (URSS), aquí todavía decir Cuba es que la apedillen Fidel, y comiencen las preguntas y no pocas puertas se abran.

El cariño hacia la 'Isla de la Libertad', como repiten, quedó impregnado en los rusos, tayikos, uzbekos, kirguizos, azerbaiyanos, armenios, kazajos, ucranianos, belarusos y gente de todas aquellas naciones que tiempo atrás fueron un solo pueblo.

En Rusia, en cualquier conversación sobre Cuba, aparece una anécdota de un amigo, un familiar o un conocido que sirvió allá, lo mismo defendiendo sus costas durante la llamada Crisis de los Misiles, que fue entrenador de boxeo, médico, ingeniero agrícola o cosmonauta que descansó en Varadero.

El pasado miércoles, el canal ruso Europa para Cuba, que transmiten los amigos de la isla por YouTube para planear su apoyo a la nación caribeña y su combate contra el bloqueo estadounidense, tituló el programa Caminando por el planeta Fidel.

Y más allá de las historias de respeto y admiración por el líder histórico de la Revolución cubana, una de las mayores atracciones del programa fue la cantidad de fotos y videos que compartieron sobre su vida y sus visitas a la URSS.

Desde la pantalla, Fidel volvió a contagiar con su sonrisa envuelta en barba, forrado por un abrigo grande, como él, y con su cabeza protegida por una chapka (gorra), rodeado de marineros de la entonces Leningrado, leñadores en Siberia, pobladores de una aldea, de muchos niños o diciendo Patria o Muerte ante la Plaza Roja de Moscú.

Y detrás de cada historia, de cada confesión, se levanta gallardo, incólume, el nombre de Fidel, su ejemplo, el David contra Goliat, el que venció en Girón, el que no pudieron vencer sus eternos enemigos, el que ayudó a liberar África, el que defendió hasta sus últimos días a Latinoamérica, al que le hicieron más de 600 atentados y murió riéndose de la muerte.

Fidel Castro es pasaporte para los cubanos que lo extrañamos en su 95 cumpleaños, y también para otros que no lo quisieron y no lo quieren, pero que se beneficiaron con su lucha y las conquistas que alcanzó para Cuba junto a su pueblo.

De esos los hay, que responden afirmativamente cuando les preguntan: ¿de Cuba, de la de Fidel? Y dicen sí, aunque no quieran, porque saben que detrás de esa respuesta estará el cariño o el repudio con que los traten.

En un viaje en tren de esta capital a Minsk, hace mucho tiempo, me tocó sentarme frente a un clásico 'mushik', uno de esos gigantes rusos cuya sola presencia te despiertan mil preocupaciones. Corría la madrugada y decidí no dormir para evitar cualquier problema.

Pero hubo un momento en que nos miramos de frente, segundos que parecieron inmensamente largos. ¿De dónde eres?, me preguntó. Le respondí, de Cuba. Y su cara cambió. De inmediato, vino la pregunta esperada: ¿De Fidel?

Y es que como escribiera el periodista ucraniano Oleg Yasinsky, 'Fidel se convirtió en una obra colectiva del pueblo cubano', la gente lo lleva tatuado en el alma.

Por eso siguen siendo mayoría los que defienden a su isla irreverente, y cuando el enemigo asoma, cuando el peligro aprieta, comienzan a lanzar su nuevo grito de guerra: 'Yo soy Fidel'.

 

(PL)



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