La Habana, 9 oct (RHC) Un estudio publicado en la revista 'Science' reveló que la atmósfera podría recibir gases de efecto invernadero los embalses artificiales, tanto los creados para generar electricidad como los construidos con otros fines.
Los investigadores han realizado su estudio sobre 267 represas, cuya superficie ronda los 77.700 kilómetros cuadrados.
Los reservorios de agua artificiales agrupan aproximadamente a 1 millón de represas en todo el mundo creadas para la generación de electricidad, irrigación y otras necesidades humanas. En el estudio, 10 científicos de EE.UU., Canadá, China, Brasil y Holanda han concluido que estos depósitos de agua podrían estar emitiendo anualmente el equivalente de hasta 1.000 millones de toneladas de dióxido de carbono. Eso significaría que aportan el 1,3% del total mundial de las emisiones.
Según el estudio, las emisiones surgen en gran parte en forma de metano, un gas de efecto invernadero con una vida relativamente corta en la atmósfera, pero con un muy fuerte efecto de calentamiento a corto plazo. Los científicos han descubierto que, a pesar de que se han empezado a frenar algunas emisiones de dióxido de carbono ―el principal gas de efecto invernadero―, todavía no se han tomado medidas eficientes en cuanto al metano, que proviene de múltiples fuentes, desde la producción de petróleo y gas hasta la ganadería.
La nueva investigación sostiene que el metano representa un 79% de las emisiones proveniente de los embalses, mientras que los otros dos gases de efecto invernadero, el dióxido de carbono y el óxido nitroso, representan el 17% un 4%, respectivamente.
Los embalses son un ejemplo clásico de cómo la alteración por parte de los humanos del paisaje de la Tierra puede acarrear efectos inesperados. A diferencia de las masas de agua naturales, los reservorios artificiales tienden a inundar grandes cantidades de materias orgánicas que luego producen dióxido de carbono, metano y óxido nitroso a medida que se descomponen.
Los embalses también reciben una gran cantidad de materia orgánica y nutrientes de los ríos, como el nitrógeno y el fósforo, que pueden estimular aún más la producción de gases de efecto invernadero.