México, 20 mar (RHC) Miles de mexicanos y extranjeros dan la bienvenida al equinoccio de primavera en zonas arqueológicas prehispánicas, donde tienen lugar rituales para conectarse con la madre tierra y obtener tranquilidad espiritual.
El equinoccio es el fenómeno astronómico mediante el cual el día adquiere una duración igual al de la noche. Esto quiere decir equilibrio, que la luz y la oscuridad no predominan la una sobre la otra, según interpretaciones de varias culturas, incluidas las aborígenes de esta tierra pluricultural.
La cúspide de la Pirámide del Sol, en la antigua ciudad de Teotihuacán, en el estado de México, es el escenario preferido para disfrutar este fenómeno.
Allí la mayoría de las personas llegan vestidas de blanco.
En la cima fijan la vista en el horizonte para observar las tonalidades del paisaje, que cambian a cada momento en esa aurora equinoccial, la cual inició después de las cuatro de la mañana aquí.
Siguiendo un ritual de orígenes ancestrales, los visitantes levantan los brazos con las palmas hacia el frente, mientras el Sol se alza y los tiñe de tonalidades, llenándolos de energía, según la creencia.
Los numerosos sitios monumentales prehispánicos en México están hoy resguardados por operativos policiales que cuidan de los visitantes, pero también las estructuras piramidales.