
Medicina Natural
Guantánamo, 23 abril (RHC) Científicos guantanameros, investigan, partir del análisis y descubrimiento de principios activos en especies endémicas y medicinales encontradas, un fármaco o suplemento nutricional para contrarrestar enfermedades como el cáncer.
El estudio liderado por el Centro de Servicios Ambientales y Tecnológicos (CESAT) Alejandro de Humboldt, de la Delegación Territorial del CITMA Guantánamo de la Agencia de Medio Ambiente de Cuba, cuenta con la colaboración de instituciones cubanas y japonesas en esta idea, en marcha desde 2020, según explicó Gerardo Begué Quiala, investigador auxiliar del CESAT, a la Agencia Cubana de Noticias.
Señaló que el proceso está muy adelantado, y aunque se estudian 27 plantas, se cuenta con los resultados de seis especies, de las cuales cuatro revelaron propiedades antinflamatorias muy potentes y dos son altamente tóxicas.
Las plantas medicinales son un regalo de la naturaleza que desde la antigüedad se usan para la cura de enfermedades, aliviar dolores y prevenir problemas de salud, mientras protegen la biodiversidad y guardan sabiduría ancestral que en muchos casos, la ciencia ha sabido aprovechar.
El investigador resaltó que el mayor hallazgo es el Abey de Monte Malo, planta que tiene el principio activo antinflamatorio más potente posiblemente encontrado en la naturaleza, y el cual logró reducir en ratones el factor de necrosis tumoral alfa, (TNF inducido), un proceso inflamatorio que puede desencadenar algún tipo de cáncer, refirió BeguéQuiala.
Esta especie endémica del oriente cubano, en el macizo montañoso Nipe-Sagua-Baracoa, también inhibió prominentemente la tormenta de citoquinas, enfermedad autoinmune donde el cuerpo ataca su propio sistema de defensa y que fue muy vista durante la pandemia de Covid 19, acotó sobre estos resultados de la investigación, publicada en 2020 en la Revista inglesa Carta de Tetrahedro de química orgánica, genética y farmacología.
Además, resultó en un eficiente antioxidante con potencial para tratar el paludismo.
Desde los centros de Japón como la Universidad de Tsukuba (Facultad de Estudios Superiores en Ciencias Aplicadas); la Universidad de Hokkaido (Instituto de Ciencias de Bajas Temperaturas) y la Universidad de Miyagi (Centro de Educación Ambiental), se efectuaron los ensayos preclínicos (animales de laboratorio) y alcanzaron alta efectividad y éxitos en su evolución, lo cual valida el paso a la parte clínica, uso y experimentación en seres humanos, destacó Begué Quiala.
El investigador advirtió que no obstante los progresos, los científicos enfrentan el dilema de la síntesis química, la cual no produce los mismos resultados efectivos que el uso directo de las plantas, y ello obligaría al sacrificio de la especie, un reto bioético y de conservación.
Destacó que el proyecto prioriza copias químicas para evitar daños a la biodiversidad, y en ese aspecto se trabajó, pero lamentablemente se desistió, puesto que no son efectivas.
Otro desafío en el cual se ocupan es en la búsqueda de colaboración con otras instituciones científicas cubanas, como el Instituto de Ciencias del Mar (ICIMAR), para avanzar hacia aplicaciones prácticas mediante ensayos clínicos en humanos -aún no realizados- que tratan que se efectúen en Cuba, necesarios para cerrar el ciclo y lograr la producción de un fármaco o un suplemento nutricional.
Lo importante es el valor que tendrá para la sociedad, junto a su comercialización y por encima de todo resuelva el problema de patologías que hoy existen, tanto dentro como fuera del país y agregó que se evalúa también la toxina del almiquí, un mamífero cubano cuya saliva podría tener aplicaciones biomédicas.
Es un estudio noble -enfatiza- con el objetivo de mejorar la calidad de vida, mediante la integración de investigaciones etnobotánicas y del saber popular tradicional de las comunidades, quienes por generaciones usan las bondades que ofrecen las plantas y los animales, saberes que la ciencia no solo valida, sino que integra al proceso científico-investigativo, como un patrimonio de la sapiencia humana de incalculable valor, comentó el investigador.
También es importante considerar que, en materia de ensamblaje, trabajo en equipo y apoyo interinstitucional, estos resultados se integran bajo el proyecto internacional HTI-1173-19 "Comunidades Caribeñas Resilientes", el cual tiene un componente muy fuerte en el manejo activo de la biodiversidad, los servicios ecosistémicos y la adaptación para mejorarle la calidad y medios de vida a las personas. (Fuente:ACN)