La Habana, 4 de abr (RHC). Ambientalistas cubanos trabajan para una efectiva protección de las polymitas, moluscos terrestres exclusivos del oriente cubano, por cuya concha multicolor es considerado el caracol más bello de la tierra.
Dicho atractivo lo expone a colectas indiscriminadas para la venta, y con ello, al peligro crítico de extinción.
Bárbaro Zavala, especialista de la guantanamera Unidad de Servicios Ambientales, dijo a la ACN que entre las acciones para frenar el grave deterioro de sus poblaciones, figura su propuesta de inclusión en el Convenio CITES, que regula el comercio internacional de especies amenazadas de la fauna y flora.
Este acuerdo entre gobiernos –acotó el experto- es uno de los mayores existentes sobre protección de especies silvestres, el cual deviene eficaz instrumento jurídico que hoy ampara a más de 34 mil especímenes de plantas y animales del mundo, asegurando que la comercialización no amenace su supervivencia.
Cuba posee una gran variedad de la biota que resulta de alta cotización en el mercado internacional, por lo que algunos cazadores furtivos e inescrupulosos promueven el tráfico ilegal.
Para enfrentar estos casos la aduana se rige por la Resolución 160 del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, que establece regulaciones para la protección de una amplia lista de especies de significación para la biodiversidad, más de una docena de ellas respaldadas también por el CITES.
En este segundo y restringido grupo figuran la emblemática cotorra, la iguana, el catey y el gavilán cubanos, y ahora se aspira sumar al amenazado género Polymita, del cual existen seis especies, entre ellas la P. picta, la de coloración más viva, considerada Caracol Nacional y abarcadora de cinco subespecies.
Estudios acerca del hermoso invertebrado, incluidos los recogidos en el libro Las Polymitas, del Doctor en Ciencias Biológicas José Espinosa, corroboran su acelerada disminución e indican entre las causas el saqueo de sus conchas para la venta, coleccionismo o artesanías, lo que implica la extirpación del animalito.
A este factor se suma la pérdida o transformación del hábitat natural, la introducción de plantas y animales exóticos que compiten por su entorno, y en los últimos tiempos el cambio climático, causante de la reducción de las lluvias y el aumento de las temperaturas.
El texto de Espinosa, publicado en la Feria del Libro 2014, deviene llamado a la conciencia pública para salvar la especie, a la que catalogó de patrimonio local, importante no solo por su vistosidad conocida en todo el orbe, sino también por su función de control biológico de hongos perjudiciales a las plantas.
De lo anterior asimismo da fe Norvis Hernández, Máster en Ciencias Biológicas y quien ha dedicado 16 años a indagar sobre el comportamiento de la especie, importante, además, para el equilibrio ecológico por servir de alimento a aves como el gavilán caguarero, también exclusivo de la zona y en peligro de extinción.
La versada en malacología, del Departamento de Conservación Baracoa, del Parque Nacional Alejandro de Humboldt, testifica que el mayor perjuicio se percibe en parajes fuera de las áreas protegidas, donde se tienen evidencias de poblaciones que han desaparecido por la depredación antrópica.
Aunque está prohibida la captura –apunta- el problema persiste y cada año es más alarmante su declive. En 2015, en uno de los puntos santuarios del caracol, expertos inventariaron 300 ejemplares, y en más reciente exploración en el mismo sitio se reportaron solo ocho.
Algunos aseguran que a su vez gradualmente son menos coloridas las descendencias de polymitas, quizás como respuesta evolutiva de defensa, ante la sostenida depredación de los individuos más llamativos.
Para frenar definitivamente el fenómeno y lograr la recuperación plena de las polymitas se precisa de estrategia eficaz que trabaje, primero, en la raíz del problema fomentando la conciencia ambiental de comunidades humanas que conviven en su entorno, confinado solo a algunos sitios del este de la Isla.
Al mismo tiempo es imprescindible la integración sectorial en el enfrentamiento a su compraventa ilícita, el endurecimiento de la legislación vigente y la toma de medidas ejemplarizantes con los colectores y comercializadores, que no tienen en cuenta el daño causado a la biodiversidad.
Estos moluscos, objeto de atención de naturalistas de todo el mundo, pertenecen a la clase de los gasterópodos (con pie carnoso ventral del que se valen para arrastrarse). Son pulmonados, hermafroditas, con dos tentáculos orales y dos oculares, y su nombre proviene del griego poly (muchas) y mitos (rayas).
En el empeño por salvaguardarlos unen esfuerzos instituciones del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre, la Universidad de La Habana y el Cuerpo de Guardabosques, entre otras entidades.
El llamado se aspira cale en todo el pueblo, fundamentalmente de los guantanameros municipios de Maisí y Baracoa, donde predominan los arbustos de cafeto, hábitat preferido de este caracol pintado por la naturaleza, de costumbres arborícolas, cómodo también en vegetaciones costeras y bosques húmedos.
No nos permitamos decir mañana avergonzados que fue demasiado tarde, como ha sido para otras bellezas de la fauna y flora universal desaparecidas, que hoy conocemos solo por transmisión oral de nuestros ascendientes, en libros de especies raras o en imágenes de archivo.
Para que no tengamos que lamentar su extinción las acciones deben ir más allá de las hasta ahora charlas inefectivas, decisores pasivos, legislaciones que muchas veces no se aplican y violaciones que se pasan por alto. Es responsabilidad de todos aportar cuando aún es posible salvar a las polymitas.