Bogotá, 13 abr (RHC-) Expertos colombianos protegen la nidada de una tortuga laúd, la primera avistada en playas de la caribeña Santa Marta durante los últimos 25 años, hecho que causó admiración a pueblerinos y estudiosos.
El arribo del quelonio al lugar (sector de Pozos Colorados) movilizó a académicos, autoridades locales y pobladores, quienes aúnan esfuerzos para mantener a salvo a su descendencia, para lo cual custodian los huevos del gran ejemplar, habitualmente amenazados por depredadores como los zorros, mapaches, perros y cazadores de la zona.
Aminta Jáuregui, directora del programa de conservación de tortugas de la Universidad Jorge Tadeo, comentó a un diario local que esa especie -de casi dos metros y unos 600 kilogramos- desova de seis a ocho veces entre febrero y agosto, único período cuando abandona el mar.
El hecho de que uno de esos antiguos habitantes del océano volviera a anidar en Santa Marta evidencia una recuperación de la salud del ecosistema pues el anterior registro data de hace más de dos décadas, añadió la investigadora.
Según la especialista, si las condiciones no son favorables en las dunas, colocarán los huevos en incubadoras portátiles para trasladarlos a un laboratorio donde serán observados hasta el momento de la eclosión; el siguiente paso es devolvernos a su medio natural, dijo.
La laúd prefiere alimentarse de medusas, pero muchas mueren asfixiadas al ingerir accidentalmente objetos plásticos arrojados al agua por turistas y pescadores, explicaron científicos.
Estas tortugas son las más grandes del mundo, transitan desde Argentina a Canadá y constituyen una de las cuatro variedades que visitan las costas colombianas para desovar en la arena, luego se marchan.
El litoral pacífico es otro de los parajes muy frecuentados por esos animales, venerados por antiguas culturas que los llamaban pescados con escudos.
Debido al deterioro de sus hábitats y la caza excesiva, la población mundial de tortugas laúd se encuentra en peligro crítico de extinción según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Esto significa que sus poblaciones anidadoras se han disminuido en más del 80 por ciento en un periodo que no supera los 30 años.