La Habana, 17 de dic (RHC). Las orquestas filarmónicas de China y Cuba bordaron en esta capital una interpretación personal y fluida de la Novena sinfonía del checo Antonin Dvorak, ese clásico europeo que supo comprender a Norteamérica y describirla en notas musicales.
La obra, conocida por el apelativo Del Nuevo Mundo, invoca el exotismo, la mezcla curiosa de diversas culturas que el autor conoció en 1892 cuando comenzó a dirigir el conservatorio de Nueva York y tradujo en una sinfonía la esencia de aquella nación mestiza.
Gracias a la prensa de la época se sabe que Dvorak bebió de las melodías negras (afroamericanas) y de la música folclórica india, y logró una fusión en su pieza con las tradicionales reglas de contrapunto y orquestación establecidas en Europa.
Los criterios del gran maestro checo sobre lo que a su juicio debían ser las fuentes para un estilo de música específico de Estados Unidos escandalizaron a algunos, pero el estreno en diciembre de 1893 de esta pieza en el Carnegie Hall recibió la reverencia del público y la crítica.
Contener la emoción ante semejante obra visionaria y descriptiva resulta casi imposible, sobre todo para un nativo del continente americano.
Vale apuntar que los oídos habituados a escuchar Del Nuevo Mundo por orquestas rusas notaron una diferencia de ritmo, aquí más suave, menos cortado y agresivo, pero válido porque la pieza no perdió su carácter.
La sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba sirvió de escenario la víspera para el proyecto de combinar las formaciones orquestales de los dos países bajo la dirección del maestro Enrique Pérez Mesa.
El programa del concierto comprendió la obertura de Ruslán y Liudmila, ópera del compositor ruso Mijail Glinka basada en el poema homónimo de Alexander Pushkin; así como el Concierto número uno para piano y orquesta, de Ludwig van Beethoven, una creación expresiva de su personalidad, única.
La joven solista cubana Isabel Mesa al piano dio muestras de acendrado academicismo.
De este modo, la sinfónica china completó dos presentaciones en Cuba, la primera de ellas, un día antes, contó con un repertorio original de su país y la dirección del maestro Yu Long, una de las batutas más distinguidas a nivel internacional.
Según publicaciones especializadas, el conjunto asiático figura entre las 10 orquestas con mayor proyección mundial, junto a la Filarmónica de Berlín, la de Londres y la de Nueva York, entre otras.