La Habana, 9 dic (RHC) Exhibida finalmente en el 41 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, La red avispa (Olivier Assayas, 2019) deja claro, desde una objetividad histórica, que los cubanos infiltrados en organizaciones contrarrevolucionarias del exilio de Miami tenían el derecho a velar por la seguridad de su país, y detener así la ola de atentados terroristas de los años 90 del pasado siglo bajo el amparo de Estados Unidos.
Importante aspecto a tener en cuenta en el filme del francés Assayas, un prestigioso realizador cuya obra, conocida en nuestro país, ha permitido apreciar la sensibilidad de un artista capaz de abordar las problemáticas humanas más disímiles desde relatos intimistas.
Basado en el libro Los últimos soldados de la Guerra Fría, de Fernando Morais, el propio Assayas escribió el guion de un conflicto que –no podía ser de otra forma– deja establecido quiénes son los agredidos y quiénes los agresores de una historia que remonta el medio siglo, comenta el periodista Rolando Pérez Betancourt en el diario Granma.
Suficiente para que la contrarrevolución de Miami, sin ver el filme, solo noticias tras su presentación en el Festival de Venecia, armara algarabías y una patética advertencia: en esas tierras, la película no podría ni asomar la cabeza.
El tema de los Cinco Héroes y las historias que de él se desprenden permitirían realizar unos cuantos filmes y seriales. Pero en toda obra basada en la realidad hay una selección de acontecimientos y personajes, junto a licencias artísticas puestas en función de una dramaturgia y simplificación del argumento. Del libro de Morais, Assayas resalta lo que estimó pertinente para armar una urdimbre de hechos que abarcan varios años y no pocas intrigas. Aunque el filme ha sido promovido como un thriller de espionaje, el director afirma que se trata de una visión histórica concebida con la intención de plasmar una gesta que, tras conocerla, lo cautivó.
Era recomendable, sin embargo, equilibrar el tono y balancear el conflicto de manera que no prevaleciera un punto de vista por entero en favor de la causa revolucionaria en un filme con financiación foránea y proyección internacional. Además de que la asunción del factor político en cualquier tema siempre es motivo de división de opiniones y hasta atrincheramientos, vistos ahora, incluso, en críticas «artísticas» en las que resaltan más las posturas ideológicas en contra del «régimen comunista cubano», que una práctica desprejuiciada del análisis profesional.
Pero los hechos son los hechos y la honestidad artística, aunque se vea precisada a matizar, no puede desprenderse de ellos.
Para este cronista, La red avispa termina siendo una película digna y meritoria de verse, lo que no la libra de inconsistencias en su realización, la más significativa, la dispersión motivada al querer abarcarlo todo y explicar más de lo necesario, atendiendo al posible desconocimiento que del tema pudiera tener una audiencia internacional. En tal sentido, el guion recurre a saltos en el tiempo y a una entrada y salida de personajes que dejan vacíos en cuanto a propósitos del relato y a la falta de redondez de ciertas situaciones, como la concerniente a la huida hacia Cuba que emprende el infiltrado Juan Pablo Roque (Wagner Moura).
Otra carta discutible –que para un espectador cubano no tiene nada de reveladora– es el factor sorpresa que se le pretende impregnar a los infiltrados en Miami, haciéndolos aparecer primero como traidores que escapan de la Isla y más tarde en su función real, un doble juego carente de la contundencia dramática que, se adivina, estaba en los propósitos del realizador.
La red avispa se inclina por las historias concernientes a René González (Édgar Ramírez) y su esposa Olga Salanueva (Penélope Cruz, en excelente actuación).
También el mencionado Roque y la esposa que se procura en Miami (Ana de Armas), cada pareja con sus conflictos amorosos-políticos muy particulares y llevados con bastante soltura en la trama. Gael García Bernal interpreta a Gerardo Hernández, líder del grupo, y habría que ver las opiniones que tienen los personajes reales en cuanto a sus caracterizaciones.
El filme reconstruye con eficiencia los atentados terroristas contra instalaciones turísticas, muestra los rostros máximos del exilio contrarrevolucionario y recurre a fragmentos de archivos como recordación de que, cuanto cuenta, proviene de la realidad. Así aparecen, por separado, el presidente Clinton y Fidel, hacia los finales, durante una entrevista que le realizara una periodista norteamericana. Fidel resulta concluyente en cuanto al derecho que tiene el país más espiado del mundo, Cuba, de saber qué hacen los enemigos en suelo estadounidense para atentar contra el pueblo cubano.
La escena ha sido cuestionada por algunos críticos que alegan que «politiza» demasiado el filme. Pero Assayas ha sido palmario en cuanto al viejo debate de ser efectivo al ligar política y arte. En una entrevista reciente, en la que resurgió el reproche, declaró: «Cuando por fin me hice con el material de archivo, ese momento me sorprendió, porque Castro básicamente resume lo que sucede en la película. Pensé que era algo muy potente para incorporar en ese momento: el personaje histórico que ofrece una sensación de realidad y verdad a la historia que hemos estado contando».
La red avispa en el Festival, quizá algo alargada hacia los finales, vasta, polémica, reveladora, imperfecta… sin duda hay que verla.