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La Habana, 8 mar (RHC) Se veía venir Nomadland y emergió entre la inmensa lista de premios entregados cada año por los Globos de Oro a lo (presuntamente) mejor del cine y la televisión, que ya se sabe que lo predominante en esos galardones –al igual que el Oscar– son productos de la industria estadounidense, o de cinematografías afines, lo que no quita para la aparición de sorpresas.
Nomadland (Tierra de nadie, en su distribución en español) se alzó con el galardón como mejor filme y corroboró una tendencia que la viene calificando como «la película del año», luego de ser la gran vencedora en el último Festival de Venecia y de llevarse el premio del público en Toronto.
Dirigida por Chloé Zhao, una china residente en Los Ángeles, y con Frances McDormand repitiendo una de sus actuaciones descomunales, Nomadland habla de un viaje de liberación que se inicia con la intención de dejar atrás lo que se ha visto y, en cierta forma, pretende olvidarse.
La protagonista es una mujer de 60 años que, tras la crisis económica de 2008, lo pierde todo, incluyendo a su marido. Al principio no se resigna a abandonar el pueblo donde ha trabajado y en el que prácticamente no queda nadie, pero finalmente se decide a preparar una camioneta, como casa rodante, y se lanza a recorrer extensas zonas del país decidida a llevar una vida nómada, junto a otras muchas personas que se irá encontrando.
Por delante tendrá los misterios que puedan traer los días por venir. Y la divisa de no rendirse nunca, no detenerse ante ninguna frontera ni inclemencia del tiempo y aprovechar, de la mejor manera, cada minuto de vida, ya sea en pleno desierto, o frente a un mar que la llena de evocaciones.
El filme toma como base el libro Nomadland, sobreviviendo en el siglo XXI estadounidense, de la periodista Jessica Bruder, un estudio del fenómeno de una nueva comunidad itinerante, formada principalmente por trabajadores, mujeres y hombres de edad avanzada, que perdieron propiedades y ahorros de una vida en la gran recesión que sacudió a Estados Unidos a mediados de la década pasada.
A la fuerte realidad social, la directora Chloé Zhao le agrega una carga de ficción, apoyada, principalmente, en el desempeño de Frances McDormand, pero sin renunciar a la impronta documental utilizada en sus dos filmes anteriores, un estilo que le permite reflejar el modo de vida de sus personajes reales interpretándose a sí mismos y, en medio de los cuales, la McDormand parece ser uno más.
La directora tiene excelente mano para recopilar los testimonios de personas que cayeron en la marginalidad y encontraron en la carretera una forma de capear las trampas del sistema y la «tiranía del dólar», de la que hablará Bob Wells, personaje conocido en los medios del país y uno de los jefes de esas caravanas, integradas por personajes muy singulares y con historias que, tejidas una detrás de otra, dejan en el aire un sabor de apreciable melancolía.
Nómadas en edad de jubilación que, sin embargo, tendrán que trabajar duramente en empleos ocasionales que les permitan el sustento y la gasolina necesaria para continuar el viaje. Personas provenientes, incluso, de la llamada clase media, que lo dejaron todo atrás para poder seguir viviendo.
En una escena del filme, Fern, que así se nombra el personaje de la McDormand, se encuentra en una tienda a una niña de la que parece haber sido su profesora particular. La niña la mira de arriba a abajo y le pregunta: «¿Eres ahora una vagabunda?» Y Fern, con cierto donaire, le contesta: «No soy una vagabunda, solo que no tengo casa».
De la misma manera que lo han hecho otros buenos cineastas norteamericanos, interesados en sacar a flote las partes menos edificantes del sistema, Nomadland cala hondo en una «América» profunda que poco suele ser tratada por eso que suele denominarse «el gran cine». El resultado es una historia llena de emociones a partir del cuadro social que retrata, pero igualmente con un contenido espiritual de seductora belleza. (Tomado de Granma).