NUEVA YORK -- Llegó la hora de otro Clásico Mundial de Béisbol. ¿Momento de efervescencia?
Si se le preguntan a Noah Syndergaard, el pitcher de la larga melena rubia de los Mets de Nueva York, la cuarta edición del torneo no le causa cosquillas en lo absoluto.
¿Por qué?
"Porque soy jugador de los Mets", replicó Syndergaard al explicar su apatía. "Nadie entra al Salón de Fama y gana la Serie Mundial jugando en el Clásico".
Honestidad brutal por parte del derecho de 24 años, una de las figuras jóvenes de mayor carisma en el béisbol de las Grandes Ligas.
Otros de sus colegas de generación que son señalados como los rostros del deporte brillan por su ausencia en la selección de Estados Unidos: Mike Trout, Bryce Harper, Kris Bryant y Mookie Betts.
Tampoco va Clayton Kershaw, el zurdo de los Dodgers que ha ganado tres Cy Youngs desde 2011.
"Sería fabuloso ir a representar a tu país", afirmó Kershaw. "Pero la prioridad es siempre la temporada".
OK, todos estos son jugadores que tendrían que jugar con Estados Unidos, pero se resisten a hacerlo. República Dominicana, Venezuela, México y Puerto Rico no tienen ese problema, con rosters cargados con lo mejor que tienen, como Robinson Canó, Miguel Cabrera, Adrián González y Francisco Lindor.
Aquí es donde yace el gran problema del Clásico, el torneo que tiene como dueños a la organización de Grandes Ligas y al sindicato de peloteros. Su impacto se limita a zonas geográficas donde el béisbol ya es fuerte, en Latinoamérica y Japón.
Tampoco ayuda que en Estados Unidos, el principal anfitrión, la indiferencia prevalece. Puede ser que alcanzar la final por primera vez pueda alterar la percepción.
Cada vez que al comisionado Rob Manfred y al cabecilla del gremio de jugadores, Tony Clark, le consultan sobre el Clásico, la discusión se enfoca en si podría tener los días contados.
Ambos perjuran que no y que están comprometidos a organizar otra edición en 2021.
"Lo voy a decir de la manera más cristalina posible: el Clásico seguirá con vida y creciendo mientras yo sea el comisionado", afirmó Manfred. "El Clásico sirve para dos objetivos que son realmente importantes, objetivos que son cruciales para el futuro del deporte. Uno es internacionalizar el deporte.... Segundo, al considerar nuestro estatus con respecto a los Juegos Olímpicos, el dinero que el Clásico inyecta las federaciones es uno que ellos puede usar para la formación es crucial para el desarrollo del deporte en esos espacios".
La internacionalización del béisbol implica penetrar en Europa, el Cono Sur del continente americano y África.
Si la idea es generar interés, habría que llevar al torneo a estadios de Alemania e Italia, por ejemplo. La eliminatoria que Israel, Brasil, Gran Bretaña y Pakistán disputaron en septiembre pasado para definir una plaza en el torneo de 16 equipos no se disputó en ninguno de esos países, sino que en diamante contiguo a los parques de atracciones de Coney Island en Brooklyn.
"Tenemos que hacer un mejor trabajo para llevar el béisbol a todas partes, que se vean las pelotas y guantes en manos de niños en Europa", señaló el comentarista Al Leiter, quien fue uno de los pitchers de Estados Unidos en la primera edición del Clásico en 2006. "Hay que hacer clínicas en serio".
Leiter habló en una presentación que Grandes Ligas y el sindicato ofreció esta semana al Centro de Prensa Extranjera en Nueva York.
Se estima que el torneo rebasará los 100 millones de dólares en ingresos. Un total 171 países recibirán las transmisiones del Clásico, que cuenta con más de 50 patrocinadores comerciales.
"El Clásico Mundial de Béisbol es un torneo precoz, un producto precoz, pero estamos inmersos en que todo lo que estamos haciendo apunte a una plataforma global", dijo Chris Park, vicepresidente de Grandes Ligas para estrategia internacional.