La Habana.- La familia del deporte cubano está de luto por estos días. Felipe Chaviano Cruz, nuestro decano de las carreras por carretera, acaba de decir adiós.
Heredero de la perseverancia del legendario Filípides, de la voluntad del Andarín Carvajal y de la entrega del formidable checo Emil Zatopeck (La Locomotora Humana), con quien tuvo la oportunidad de compartir en Cuba en los años 60 del pasado siglo, Chaviano se erigió en uno de los más sólidos maratonistas del país, con una hoja de servicio tan fecunda como impresionante.
Nacido el 20 de mayo de 1946, desarrolló toda su vida deportiva en San José de las Lajas, actual provincia de Mayabeque. Fue un corredor de esos que llaman “incombustibles”, con notables resultados en todas las distancias del largo aliento. Estuvo presente en alrededor de mil contiendas atléticas y logró exhibir en sus vitrinas los más encumbrados y codiciados reconocimientos.
Físicamente pequeño de estatura y extremadamente delgado, fue dueño de una exquisita técnica y un peculiar modo de avanzar y devorar los kilómetros, lo que propició que aun en el ocaso de su carrera, después de sobrepasar las siete décadas de vida, le ganara a corredores más jóvenes que se empeñaban en derrotarlo y no lo conseguían.
Chaviano fue fundador del Maratón Internacional de La Habana (Marabana) y uno de los pocos fondistas de la Isla participantes en las treinta ediciones celebradas hasta la fecha. En esa tradicional justa acaparó importantísimos galardones.
Prestigió con su presencia las más importantes carreras de Cuba, destacándose el Maratón Internacional de Varadero, la Media Maratón 26 de Julio en San Antonio de los Baños; el Maratón 4 de Abril en Pinar del Río, la Carrera Adelante, la Media Maratón Energicuba; la Carrera por Mandela, los rodajes por el Día Olímpico y los Comités de Defensa de la Revolución; la Copa Cuba, el Memorial Barrientos y cuanto evento callejero se le cruzara en el camino.
Mención aparte merece la Media Maratón Ideal Olímpico de Mayabeque. Chaviano se convirtió en la figura más emblemática de esa justa, por su amplio palmarés y por ser un atleta local. Era una fiesta verlo llegar a la meta después de vencer los agotadores 21 kilómetros y recibir la ovación de todos los presentes.
A propósito, esa fue la última lid oficial que disputó antes de despedirse de nosotros, un sentido homenaje al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en el aniversario 91 de su natalicio.
Nuestro amigo fue poseedor de unos maravillosos atributos como ser humano. Cultivó simpatizantes en muchos rincones del país y fue admirado y respetado por todos. Hombre de familia, de poco y pausado hablar, prefirió demostrar sobre el asfalto la ilimitada energía de su bien dotado corazón.
Solidario y caballeroso en la competencia, brindó su ayuda a quien la necesitó en la ruta y varias veces sacrificó su tiempo en la línea de meta por contribuir con los desafortunados. Supo captar como pocos la esencia del maratón y emanar un espíritu solidario y altruista, ganando de paso la aprobación del colectivo.
A la provincia de Mayabeque dedicó siempre todo el honor de sus conquistas. Para retribuirle tanta deferencia lo trataron como un hijo ilustre, una gloria deportiva del territorio que mucho aportó a la causa y desarrollo del deporte después del triunfo revolucionario.
El vacío que nos queda tras su deceso es imposible de llenar. Chaviano fue único, de esos seres irrepetibles que marcan pautas en la vida y de los que nacen una sola vez. El maratón cubano despide a su figura más popular y carismática. La tristeza hará acto de presencia, sin pedir permiso en las competencias venideras.
Una vez me comentó que entre sus grandes satisfacciones se encontraba poder entrenar y servir de ejemplo a los corredores de San José de las Lajas, y rodar junto a esa gloria del deporte cubano que es Maribel Durruty Medina, la madre de nuestro maratón femenino.
Sin embargo, en estos días aciagos en los que aún no nos acostumbramos a su intempestiva partida, la propia Durruty me ha confesado que el vacío dejado por Felipe es triste y grande, tanto como el infinito amor que le profesaremos por siempre los amantes de las carreras de resistencia que tuvimos el privilegio de compartir con él. No hay más palabras, siga corriendo en paz querido amigo.
*Autor del libro Dos décadas de maratón femenino en Cuba, publicado por la Editorial Deportes en 2012.
Texto: Wilfredo Díaz
Foto:Adrián Noa