La Habana, 25 nov (RHC) Diego Armando Maradona, uno de los más grandes jugadores del fútbol mundial y figura icónica del balompié argentino, nos dijo adiós físicamente un día como hoy, cuatro años atrás.
Su partida dejó un vacío en millones de fanáticos que lo vieron no solo como un genio del deporte, sino también como un símbolo de lucha y reivindicaciones humanas.
Nacido el 30 de octubre de 1960 en Villa Fiorito, un humilde barrio de Buenos Aires, Maradona demostró desde joven un talento excepcional, que desplegó tras su debut en Argentinos Juniors y con particular brillo en Boca Juniors, donde se consagró como ídolo.
Su paso por Europa, especialmente en el Napoli, fue legendario. Allí transformó a un equipo modesto en un gigante del fútbol italiano, ganando dos Scudettos (1987 y 1990) y una Copa UEFA (1989), convirtiéndose en un símbolo de esperanza para los napolitanos.
El momento cumbre de su carrera llegó en el Mundial de México 1986, cuando lideró a la selección argentina hacia su segundo título mundial con actuaciones memorables, incluyendo los míticos goles contra Inglaterra: «La Mano de Dios» y «El Gol del Siglo»: picardía y brillantez en un todo.
Más allá de su impacto deportivo, el «Pelusa» cultivó una relación estrecha con Cuba y el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro, quien por esas coincidencias de la historia y de los genios, dijo adiós físicamente también un 25 de noviembre, pero cuatro años antes (2016) que el astro argentino.
En la isla le dispensaron al bien llamado Pibe de Oro la acogida, cariño y atención especializada requeridos para recuperarse de los problemas de salud, derivados de su adicción a las drogas.
Allí transcurrió largas temporadas, incluidos encuentros con el propio Fidel, preocupado por su estado y a quien admiraba profundamente, al punto de tatuarse su rostro en una de sus piernas.
Cuba representó para Maradona un espacio de introspección y militancia. Siempre la defendió y se convirtió en una figura pública de apoyo a las causas de izquierda en América Latina como una voz política más allá del deporte.
La vida de Maradona estuvo llena de claroscuros. Junto a los éxitos en el campo de juego, su vida estuvo marcada por excesos, problemas legales y conflictos personales; sin embargo, su capacidad para conectar con las masas, su carisma y su genio futbolístico lo convirtieron en una figura inmortal.
A cuatro años de su fallecimiento, para los amantes del fútbol es el artista que llevó el deporte a niveles nunca antes vistos, el jugador que devino en estrella y no olvidó sus raíces. (Tomado de Prensa Latina).