Mijaín López
La Habana, 6 ene (JIT).- El astro del deporte Mijaín López, lejos de lo que pudiera imaginar quien no le conoce, todavía se conmueve frente al agasajo, incluso si no sucede bajo los grandes reflectores de la escena deportiva internacional.
Se manifiesta honrado, incluso en un pequeño teatro de la ciudad de Pinar del Río, donde recibió el premio al mejor atleta del año de esa provincia, aunque a los efectos contarlo entre los nacidos allí cuenta como orgullo para todos los pinareños.
Y eso solo puede ocurrir por ese revestimiento de llaneza y moderación salvándole de la fanfarronería y la soberbia: quizá por eso repite la palabra humildad como un mantra para recordarla como el Alfa y la Omega de su existencia, como camino y meta a la vez y el mayor tesoro heredado de sus padres.
«Me siento muy emocionado de recibir tantos reconocimientos recientemente, sé que serán los últimos como atleta activo y muy honrado por todo el cariño que me brinda el pueblo», reconoció Mijaín a JIT tras uno de esos premios.
«Fueron 32 años dedicado a este deporte y quiero agradecer a todos los maestros que participaron en mi formación; a mi tierra, Pinar del Río, que me dotó de esa humildad que nos caracteriza a los pinareños; pero también quiero agradecer a la Revolución que nos brindó a todos los espacios para desarrollarnos y poder triunfar; y a la obra de nuestro comandante Fidel que luchó porque nuestro deporte fuera reconocido a nivel mundial y lo hermos logrado», recordó enfáticamente.
Su elocuencia puede sorprender a cualquiera que apresuradamente se atreva a limitar su trascendencia a los colchones en que se hizo universal por pegada, más bien discursa con prolijidad y se escurre entre temas diversos dejando siempre desnudo su compromiso con todos, probablemente como la forma más eficaz de agradecer lo que recibió antes.
«Tenemos que trabajar con los jóvenes y que sigan teniendo las mismas oportunidades que tuvimos nosotros, nadie pensó que un atleta cubano podía tener medallas de oro en cinco Juegos Olímpicos y gracias al proyecto revolucionario lo logramos por encima de muchos países con más recursos, son la continuidad de lo que hicimos nosotros y hay que seguir trabajando con ellos», alerta.
Recuerda que en su ascenso a la inmortalidad encontró una cuesta empinada y a veces con tramos de suelo áspero y en consecuencia con eso envía un mensaje de optimismo y afrenta a la adversidad, porque no es ajeno a las vivencias de sus semejantes.
«Al pueblo de Cuba y a las nuevas generaciones vale decirles que por difíciles que sean los tiempos siempre hay que esforzarse, yo comencé este camino en las escuelas de iniciación deportiva en pleno Período Especial, y nunca las dificultades que afrontamos en aquel momento mellaron los deseos de triunfar y pudimos salir de eso victoriosos y lograr lo que no han hecho otros».
«La falta de algunas condiciones en las circunstancias más complejas ayudó a que debiera redoblar el esfuerzo y la constancia, y eso derivó en ser un mejor atleta, con más dedicación, con más disciplina», enfatizó al tiempo que dio valor a la cohesión y la resiliencia con una frase contundente: «unidad es todo».
«Yo creo que fue la sencillez y la humildad lo que me mantuvo enfocado. Fue la enseñanza que recibí de mis padres y muchas veces en escenarios internacionales se sorprenden de mi forma atender a todos: el corazón nadie lo puede cambiar y yo solo he intentado trasmitir amor en toda mi carrera deportiva», ratificó seguro de que nada importa más que los valores.
Ese mismo ejemplo intenta transmitir a su hijo, a quien a pesar de vivir en La Habana ha enviado a estudiar a la provincia de Matanzas, y aunque confiesa que preferiría que no fuera luchador, quisiera verle ganar y se esmera en educarlo.
«Únicamente con sacrificio aprenderá a cuidarse él solo, a solucionar las dificultades que debemos enfrentar todos los seres humanos. Yo me hice lo que soy sin acceso a privilegios y solo aprendiendo esos valores puede llegar a ser un gran campeón».
La leyenda pinareña aseguró que su camino vinculado al deporte no culminó en el colchón desplegado en la Arena Campo de Marte, de París, en el que dejó sus zapatillas como símbolo del adiós a la competición.
«Me retiro como atleta, pero quiero ayudar al deporte de Cuba como su embajador, el prestigio internacional que me he ganado puede contribuir a ayudar a los deportistas de aquí. Con el trabajo de los dirigentes y mi ayuda creo que podemos solucionar muchas dificultades que crea el bloqueo del gobierno de los Estados Unidos a Cuba en muchos sentidos», atinó convencido de su utilidad antes de enviar los mejores deseos a su gente.
«Al pueblo de Cuba le reitero el mensaje de unidad, de fortaleza ante las dificultades y le deseo un feliz año 2025», concluyó el Gigante de Herradura.