Por Guadalupe Yaujar Díaz
Con su arquitectura de estilo ecléctico, en la cual convergen el Art Decó y el neoclásico, y próximo a cumplir su aniversario 86, el Hotel Nacional de Cuba quedó, nuevamente, líder del turismo en la Isla, según la más reciente edición de los premios World Travel Awards, considerados los Oscar de la industria turística.
El Mejor Hotel de Cuba, galardón ratificado en más de 10 oportunidades, operado por la Cadena Gran Caribe, me es familiar. Muchas han sido las tardes dominicales que pasé, junto a mi nieto, sentada en los agradables muebles de sus terrazas en la planta baja, disfrutando de un refresco o un café.
La cuestión siempre fue simple para la economía de mi bolsillo profesional: disfrutar del encanto de la arquitectura y el servicio de empleados. Mi nieto corría hasta la zona de la piscina con entera libertad, hecho que me recuerda que ya no es el pequeño que cursaba la enseñanza primaria de entonces, sino un estudiante del último año de una carrera de ingeniería.
Y es precisamente él quien, este verano, cuando realizaba sus prácticas universitarias en hoteles que se remozan o edifican en La Habana Vieja, me comento: “Abue, en el entrenamiento disfruté todo lo que me encomendaron realizar; son modernísimas instalaciones, a tono con las cifras vaticinadas del turismo europeo, latino, caribeño y estadounidense. ¡Ah, pero El Nacional sigue atrapando mi atención!”.
Y a esa relación sentimental, le sumo mi gusto desde la distancia: lo contemplo diariamente desde el piso 16 de mi apartamento, frente al Hotel, que se alza bello y muestra desprejuiciado su clase; insertado en la ciudad capital, que acelera construcciones hoteleras, a la altura de las más modernas que ostentan los países del llamado Primer Mundo.
Nadie de quienes me visitan escapa del atractivo de la vista, destacándolo, en el entorno de la bahía de La Habana, como escenario de fondo.
El Nacional ``como tradicionalmente le denominamos los habaneros”, tiene también -para visitantes cubanos y extranjeros- el encanto especial conferido por una historia tejida de relevantes personalidades y eventos, desde su inauguración el 30 de diciembre de 1930, tras apenas 14 meses de ejecución.
La majestuosa instalación está situada en los terrenos que formaron parte de la zona denominada Monte Vedado, denominación que respondía a un decreto del Gobierno colonial Español que en el siglo 19 prohibía que en esta zona se abriesen caminos hacia la playa. Por ello, uno de los salones lleva el nombre de "Sala Vedado".
La colina donde está construido era conocida como la loma de Taganana, en alusión al nombre de la famosa cueva existente bajo los cimientos del hotel y que dio vida a otra de sus elegantes áreas: el Salón Taganana.
En las primeras décadas desde su apertura, se alojaron en el Hotel Nacional personalidades de talla mundial en el terreno de la política, los negocios, la ciencia, la literatura, el cine, la música y otras esferas.
Entre algunas de estas podemos citar a Johnny Weismuller, Eduardo VIII, Príncipe de Gales; los artistas Errol Flynn, María Félix, Jorge Negrete, Mario Moreno, Pedro Vargas y el científico Alexander Flemming.
También fueron huéspedes de la célebre instalación los duques de Windsor, Rita Hayworth, Ernest Hemingway, Hugo del Carril, Josephine Baker, Nelson Rockefeller, Frank Sinatra, Marlon Brando, Walt Disney, Sara Montiel, Libertad Lamarque y Lola Flores, entre muchísimos más.
En 1945, esta instalación acogió la Conferencia Mundial de Operadores de Transporte Aéreo, cuando la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) adopta su nombre definitivo y se reforma.
Casi un año después, visita Cuba y se hospeda el poltico inglés, quien recibió atención protocolar del Gobierno de turno. En diciembre de ese año, el hotel recibe al maffioso Lucky Luciano, el Don, el Padrino, quien organizó en la última planta una cumbre de la Cosa Nostra, que reunió a todos los altos mandos del crimen organizado.
Se cerraron entonces las puertas para hospedar a una treintena de líderes llegados de diferentes partes de Estados Unidos, entre los que figuraban el propio Luciano, Santos Traficante, Meyer Lansky y Amadeo Barletta, además de Joseph y Rocco, primos de Al Capone. Estos coordinaron con el dictador Fulgencio Batista los futuros negocios de los casinos de juego.
En 1956 se inaugura el Cabaret Parisién y entre las voces que lo han amenizado están las de Vic Damone, Nat King Cole, René Cabel, Esther Borja, el cuarteto Los Modernistas, Yma Sumac -con la excelente animación de Mario Martínez Casado- y, más adelante Las d´Aida, la Orquesta Aragón, la “Jorrín”, Compay Segundo y Alberto Herrero, entre tantos otros que han dado vida a las noches del “Nacional”.
Allí se creó una célula revolucionaria del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), encabezado por Fidel Castro. Al triunfo de la Revolución Cubana, el Primero de Enero de 1959, los representantes de la compañía norteamericana que operaba el hotel lo abandonan, y los propios empleados asumen la administración.
En 1960 y 1961, el Gobierno revolucionario de Cuba reorganiza la administración del hotel y se encarga de dirigirlo al Comandante Osmany Cienfuegos. Se produce un cambio en la modalidad turística, al entrar también huéspedes cubanos, como las alumnas de la Escuela para Campesinas de Montaña Ana Betancourt, que vinieron a La Habana a estudiar corte y costura.
En abril de 1961, trabajadores del hotel fueron movilizados durante la invasión mercenaria por Playa Girón.
Cuando se produjo la llamada Crisis de Octubre, en 1962, son emplazadas ametralladoras antiaéreas en el montículo del hotel y construidas trincheras tapiadas debajo de sus jardines, en lo que fue obra de ingeniería de gran envergadura.
Se reanuda el turismo internacional a partir de 1974, y en 1989 se cierra la instalación para una restauración general. Reabre sus puertas en 1992.
Seis años más tarde, el hotel es declarado Monumento Nacional por la Comisión Nacional de Monumentos, debido a sus valores arquitectónicos y patrimoniales, la vinculación con la historia de Cuba, por las personalidades que lo han visitado y los eventos internacionales de los que ha sido sede.
En el 2001 le es otorgada la Bandera de la Ciudad y la Giraldilla, la más alta distinción que otorga La Habana.
Se han conservado -como tesoros- habitaciones que hospedaron a grandes figuras, recintos donde se conservan fotografías, reseñas biográficas y objetos personales.
Las imágenes de estas personalidades son presentadas en el Bar Vista al Golfo, conocido también como Salón de la Fama, con el objetivo de mostrar panoramicamente todos los huéspedes ilustres que, desde 1930, han preferido a esta joya de la hotelería cubana.