La Habana, 31 dic (RHC) El triunfo del controversial candidato republicano Donald Trump el 8 de noviembre, tras una campaña electoral sin precedentes por su suciedad y costos, así como varios escándalos políticos, marcaron en Estados Unidos el año que termina hoy.
Contra casi todos los pronósticos y encuestas, el magnate inmobiliario venció a la aspirante demócrata, Hillary Clinton al superar con creces el mínimo de 270 votos electorales, a pesar de que la exprimera dama obtuvo alrededor de tres millones de sufragios populares más que su contrincante.
La contienda estuvo caracterizada por los insultos personales y varios escándalos relacionados con la vida privada y profesional de los principales contendientes.
Las pesquisas en torno al uso de un servidor privado por parte de Clinton, cuando ella era secretaria de Estado (2009-2013) y otros aspectos de su vida pública matizaron una buena parte de la carrera por la Casa Blanca y para algunos expertos influyeron de alguna manera en su derrota.
Los intentos fallidos del presidente Barack Obama para luchar contra la violencia y la brutalidad policial en Estados Unidos y por un control más efectivo de las armas de fuego también marcaron el año, que también fue la fase final de su mandato.
El objetivo de implementar una reforma migratoria para regularizar el status de más de 11 millones de indocumentados, quedó también sobre la mesa a pesar de las presiones de organizaciones defensoras de los derechos de los inmigrantes, de su insistencia y la de los demócratas en el Congreso.
El tema estuvo en el centro de los debates en los últimos meses como parte de la campaña para las elecciones de noviembre, cuando pasaron a primer plano los controversiales planteamientos xenófobos y racistas de Trump, y sus promesas de expulsar del país a los indocumentados y construir un muro en la frontera con México.
En el escenario doméstico otro aspecto que no pudo llevar adelante Obama fue el reajuste que pretendía hacer en el sistema de justicia estadounidense, y el mejoramiento de las condiciones precarias en los centros penitenciarios norteamericanos.
La creciente epidemia de violencia en la sociedad norteamericana ocupó un lugar importante en la agenda presidencial, pero los resultados concretos estuvieron por debajo de las expectativas del gobernante y sus seguidores.
La muerte del juez de la Corte Suprema Antonin Scalia a mediados de febrero, dejó un vacío en ese ente judicial que el jefe de la Casa Blanca intentó llenar en marzo con la nominación de Merrick Garland, pero el liderazgo republicano bloqueó su propuesta.
El cierre de la cárcel en la ilegal base naval estadounidense en Guantánamo, en el sureste de Cuba, fue objeto de fuertes debates en 2016.
Desde que asumió el primer mandato en 2009 Obama aseguró que cerraría dicha penitenciaría, pero el liderazgo republicano en el Congreso y grupos de ultraderecha obstaculizaron tal objetivo.
Aunque el gobernante incumplió su promesa, al menos logró reducir el número de detenidos, y ahora solo quedan allí poco más de 50, de un total de 242 que permanecían en la instalación cuando el actual jefe de la Oficina Oval asumió su cargo.
Por otra parte, la campaña de la coalición liderada por Estados Unidos contra el Estado Islámico (EI) no tuvo en el período los resultados esperados, pese a que hasta la fecha los contribuyentes norteamericanos tuvieron que erogar más de 10 mil millones de dólares en su ejecución.
El agravamiento de las relaciones con Rusia tras las alegaciones de que ese país hackeó los sistemas computarizados de las elecciones presidenciales, marcó otro aspecto de la política exterior y fue el pretexto para que la Casa Blanca impusiera nuevas sanciones a Moscú.
Las autoridades de rusas rechazan esas acusaciones y exigen a Washington que presente las pruebas correspondientes, algo que hasta la fecha no está a disposición de la opinión pública nacional e internacional.
Por otra parte, la visita de Obama a Cuba en marzo marcó un paso decisivo en las relaciones bilaterales, poco menos de un año después del restablecimiento de los nexos diplomáticos en julio de 2015 y la reapertura de las embajadas en las respectivas capitales.
En los últimos meses, ambas partes lograron firmar acuerdos importantes en diversas esferas, y el mandatario firmó varias órdenes ejecutivas que, aunque constituyen pasos de avance, resultaron insuficientes.
Aunque el Congreso estadounidense es el que tiene la potestad para levantar totalmente el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Washington a la isla desde hace más de medio siglo, el Presidente tiene amplias facultades para llevarlo a su mínima expresión, pero Obama no las utilizó a fondo.
Las autoridades cubanas reiteran que para avanzar en el proceso hacia la normalización de los vínculos bilaterales, Estados Unidos debe levantar ese cerco unilateral, así como devolver a la nación antillana el terreno que ocupa la base naval de Guantánamo.
Esta demanda se une a otros aspectos clave, como la exigencia cubana de que cesen los intentos por subvertir el orden interno en la isla caribeña.