Bagdad, 12 mar (RHC) Esta capital comienza a volver a la normalidad, tras tres lustros de guerra durante los cuales sus habitantes vivieron el calvario de hasta 10 bombardeos diarios.
Los residentes de una de las zonas más concurridas del país, Karrada, reanudaron sus tareas comerciales con renovada energía, aunque aún recuerdan el atentado suicida de 2015 que dejó un saldo de más de 300 muertos.
De momento, en las calles de ese importante distrito se ven restaurantes, cafeterías y puestos de venta repletos de clientes que se aventuran hasta horas nocturnas, precisa Prensa Latina.
Algunos remanentes de ese período oscuro comienzan a removerlos, muros de cemento que protegían las instalaciones de coches bomba.
Por primera vez en 15 años, no hay un conflicto armado de importancia o insurgencia en Iraq, toda vez que en diciembre de 2017 el gobierno proclamó la derrota del terrorista Estado Islámico.
Hay un ambiente de esperanza y optimismo, pese a que de 2014 a 2017, la batalla contra las bandas radicales y extremistas ocasionó una casi total ruina del país.
Entre otras mortales experiencias, acallaron las explosiones de bomba que desde 2003 resultaban frecuentes después de la invasión y ocupación de una alianza militar liderada por Estados Unidos.
Miles de barreras de hormigón para proteger avenidas y calles contra los atacantes suicidas las han retirado y aliviado el tráfico.
Partes de la Zona Verde, un distrito fortificado a la vera occidental del río Tigris reabrió su paso, incluido el acceso al histórico Arco de la Victoria que recuerda la guerra de Irán-Iraq (1980-1988).
Los ocupantes norteamericanos crearon esa zona para garantizar seguridad a su embajada y a las instituciones estatales, pero la percepción popular la consideró símbolo de la desigualdad y de alejamiento entre gobierno y pueblo.
Sin embargo, subsisten temores en la población.
El Estado Islámico que está a punto de perder su último territorio en la vecina Siria, está regresando con métodos insurgentes que, aunque en áreas fuera de Bagdad, mantienen en jaque a la población que no cesa de ser hostigada.
Otra situación presente en este país árabe se deriva de la corrupción, y en el sur, rico en petróleo, pero carente de recursos hídricos, la violencia está a flor de piel en protestas contra las malas condiciones de vida.
De igual manera, el desempleo, la pobreza y la marginación de la juventud hace estragos en la sociedad y ahonda la brecha entre las aspiraciones populares y la capacidad del Gobierno por satisfacerlas.
Iraq vivió en guerra, de una manera u otra, durante más de una generación, con inicio en el conflicto de ocho años frente a Irán, seguido por la invasión de Kuwait en 1990 y la posterior intervención militar del Pentágono.
Y seguidamente, una invasión norteamericana a partir de 2003 que aprovecharon facciones terroristas como Al Qaeda y el estallido de una violencia sectaria religiosa que arrasó el país como resultado de lo cual hasta 2016, cortó la vida a casi 175 mil personas.
El Estado Islámico se apoderó de casi un tercio del país en 2014 y sus cabecillas proclamaron el Califato Islámico de Iraq y Siria, luego de lo cual hubo un desplazamiento de millones de personas que se encontraron en medio de los fuegos de las fuerzas iraquíes y los terroristas.
(Prensa Latina)