La Habana, 29 dic (RHC) Mientras el sistema monetario y cambiario, y por extensión la contabilidad de todas las entidades económicas, continúe infectado con dos monedas y múltiples tasas de cambio, carentes además de fundamento económico, será imposible medir en su justa dimensión los beneficios y riesgos de cualquier negocio o inversión en Cuba
Economistas de escuelas no siempre coincidentes concuerdan al distinguir la dualidad monetaria y cambiaria como el obstáculo determinante hoy para que la economía cubana expanda sus alas. Su oreja peluda asoma lo mismo en los mercados agropecuarios, en la contabilidad de las empresas, en los planes de los gobiernos territoriales, en las gestiones de la banca, en los negocios hoteleros, en las inversiones y en el más reciente análisis del jefe de la Comisión de Desarrollo e Implementación, Marino Murillo, comenta hoy el periódico Granma.
Después de reconocer ante los diputados que las transformaciones económicas han superado en complejidad a lo que previeron en un inicio, Murillo comentó que «la dualidad monetaria y cambiaria tiene un efecto en toda la sociedad y en la economía». Sobre el ordenamiento o unificación monetaria explicó: «No es solo quitar una moneda y poner un tipo de cambio: tiene que ver con la formación de los precios, tiene que ver con el ingreso de las personas, tiene que ver con la capacidad de compra que tiene el salario, de lo que tanto se ha hablado en estos días».
Mientras el sistema monetario y cambiario, y por extensión la contabilidad de todas las entidades económicas, continúe infectado con dos monedas –CUP y CUC, y otras alternativas sucesoras como los CL– y múltiples tasas de cambio, carentes además de fundamento económico, será imposible medir en su justa dimensión los beneficios y riesgos de cualquier negocio o inversión.
La dualidad monetaria y cambiaria auxilió a la economía en los momentos de crisis inflacionaria de los años 90, pero con el tiempo ha creado distorsiones que impiden apreciar con claridad la evolución de la economía a cualquier escala. Tales deformaciones favorecen hoy a las formas de gestión no estatales, en detrimento de las empresas estatales.
Aunque los actores recién nacidos en la economía lamentan no disponer de un mercado mayorista y otras alternativas en igualdad con las empresas, lo cierto es que gozan de ventajas para emprender pagos, incluidos los del personal que contratan. Como consecuencia, trabajadores de alta calificación emigran desde puestos empresariales hacia plazas menos exigentes, pero mejor pagadas.
La presión de esa competencia y la pérdida de personal la sienten, incluso, sectores tecnológicamente avanzados, cardinales para el desarrollo, como la industria biotecnológica. También lo sufren las universidades, sobre cuyo capital descansa no el futuro, sino un presente que reconoce en la llamada economía del conocimiento el modelo de desarrollo.
La unificación monetaria y cambiaria ha demorado demasiado, como alertó el General de Ejército Raúl Castro ante la Asamblea Nacional. La tardanza puede explicarse por la complejidad del paso, que confirma la cautela de los economistas más sesudos para expresar fórmulas o soluciones al problema y la falta de acuerdo entre ellos cuando se arriesgan a elucubrarlas.
El freno del ordenamiento monetario –que ya implementó algunos pasos menores–, parece ponerlo también el convencimiento de que puede tener costos delicados para una parte de las empresas y de la población. ¿Cómo evitarlos? Otra respuesta difícil.
Pero habrá que buscarla más temprano que tarde porque la dilación del problema tiene igualmente costos económicos para las empresas y la sociedad, visibles ya, que ponen en riesgo, además, la culminación exitosa de los cambios emprendidos en nuestro modelo económico de socialismo.