La Habana, 30 mar (RHC) Desde la ventana de mi sala habanera no oí en la noche de este 29 de marzo el famoso cañonazo de las 9, que no podía competir con el aplauso de un pueblo a sus héroes y heroínas de la salud. Con el aplauso también se oyeron varios «¡Viva Cuba!» y otras expresiones de apoyo a lo que este país –bloqueado por un imperio poderoso, y calumniado por sus amos y sirvientes; pero admirado y respetado por incontables personas honradas en el mundo, y defendido por la inmensa mayoría de sus hijos e hijas– hace no solo por su pueblo, sino por otros muchos. Sentí orgullo, pero poco significa la confesión individual ante el testimonio sonoro del orgullo sentido por millones, expresa el historiador Luis Toledo Sande en el diario Granma.
Especialmente conmovedor en esta experiencia, que se extendió a todo el país, fue la rapidez con que se lanzó y se consumó la iniciativa. El Noticiero Nacional de Televisión difundió –cuando podía hacerlo: ya cerca de las 9– la idea surgida muy poco antes en las redes sociales, y se corroboró que estas sirven también para las mejores causas, no solo para guirigáis estériles. Habrá a quienes les duela esa muestra más del apoyo del pueblo cubano a la obra revolucionaria. Pero eso no nos asombrará ni nos sacará de nuestra marcha. Frente a los perros que quisieran mordernos, recordaremos lo de César Vallejo: «Allá ellos, allá ellos…».