Por: Miguel Fernández Martínez
En todos estos años de carrera profesional, Michel da todo lo que tiene, ya sea impregnando su espíritu en los lienzos, o ayudando a los más necesitados, algo que no puede evitar hacer.
Conversar con el pintor cubano Michel Mirabal es un verdadero reto, pues aunque intentes conducir la plática por los caminos del arte, él te obligará a transitar por su vida, que al fin, como en intermitentes flash-back, integra su obra.
Prensa Latina pactó la entrevista con el pintor a solo pasos de la Plaza de la Catedral de La Habana, uno de los íconos que mueven la sensibilidad y espiritualidad del artista plástico, quien reconoce que su gran referente es Cuba, el cubano y su entorno.
'Me gusta saber cómo nos ven, cómo vemos nosotros a los demás cubanos que viven por el mundo, porque al final cubanos somos todos, por eso Cuba es lo que más me motiva, mi Patria, mi nacionalidad', me comenta.
Dicharachero, conversador, alegre siempre, Michel desoyó una profecía que alguna vez le hizo un santo yoruba, cuando le advirtió que 'el que da lo que tiene, a pedir ser queda'.
En todos estos años de carrera profesional, Michel da todo lo que tiene, ya sea impregnando su espíritu en los lienzos, o ayudando a los más necesitados, algo que no puede evitar hacer.
Hoy su obra está en importantes museos, fundaciones y colecciones privadas entre las que se destacan los museos Rockefeller, los de Bellas Artes de Medellín y Bogotá, en Colombia; las fundaciones Martin Luther King y Afroamericana, de Nueva York.
También hay obras suyas en las colecciones privadas de la familia de Gabriel García Márquez, Mohamed Alí, Donald Trump, Barack Obama, Danny Glover, Angela Mizzoni, Quincy Jones y Carlos Santana, entre otros, pero eso no es suficiente para él.
'El premio más grande que puedo tener -afirma- es morirme al lado de mucha gente que recuerde que siempre estuve dispuesto a ayudar a los demás, de haber compartido lo que tuve y haber contribuido a que muchos aprendieran'.
Por eso centra sus energías, además de pintar, en brindar apoyo moral y material a niños cubanos sin amparo filial que residen en tres casas mantenidas por el gobierno cubano, a los que le imparte clases de dibujo, pintura y de cocina, además de trabajar en la habilitación de una cancha deportiva multidisciplinaria en su estudio en Guanabo, al este de La Habana.
Fue contundente su respuesta, cuando le preguntamos hacia dónde enrumbaba sus ideas futuras, y contestó sin vacilación que solo quería 'trabajar y tener la posibilidad de seguir haciendo cosas nuevas, que me permita mantener mi mejor proyecto, que es dar atención a los niños sin amparo filial'.
IMPACTO DE LAS RELACIONES CUBA-EE.UU EN LA OBRA DE MIRABAL
Aunque hoy una de las pinturas de Michel Mirabal adorna uno de los principales salones de la embajada de Estados Unidos en Cuba, y que viaja con frecuencia al vecino país, recuerda con tristeza cuando hace 20 años la entonces Sección de Intereses de Washington en La Habana le negó la visa para ir a estudiar a una beca que le ofreció la Fundación Rockfeller.
Dos décadas después de esa frustración, ahora comparte su tiempo de trabajo entre el estudio habanero en Guanabo y una galería de arte en la zona de Wynwood, en el este de Miami, y desde donde se expande al mercado internacional.
A pesar que su obra no puede encasillarse por la multiplicidad de elementos y recursos que emplea, él mismo se clasifica como un expresionista con mucha influencia del arte moderno, algo que ha llamado la atención de importantes galerías y coleccionistas.
Pero, a su vez, el tratamiento que da a las banderas en su obra -tanto cubanas como estadounidenses- y el resto de los elementos en que sustenta el discurso plástico, la ha convertido en un símbolo artístico del proceso histórico que viven las dos naciones.
Entre ellos, hay dos coleccionistas que llaman la atención: el mandatario Barack Obama y el recién electo presidente Donald Trump, que atesoran piezas de Mirabal.
La obra que está en la colección Trump -cuenta- fue comprada por el hijo mayor del multimillonario neoyorquino, Donald Trump Jr. en una galería en Nueva York, en cambio, Obama tiene dos piezas en su colección personal, una de ellas es una caja de luz, que incluye una bandera cubana y una estadounidense, trabajadas de forma abstracta, entre alambres de púa rotos.
La otra obra fue realizada por encargo de la Embajada de Estados Unidos en La Habana, una pieza de tres metros de largo, donde interactuaron varias personalidades, dejando plasmadas las huellas de sus manos en el lienzo, y que ocupó un importante espacio de la sede diplomática estadounidense, durante la histórica visita del presidente estadounidense a Cuba.
También diseñó el logotipo que se empleó en las celebraciones del primer aniversario de la reanudación de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, el logo de las tarjetas de crédito que este banco estadounidense emitió para hacer transacciones desde Cuba, y un mural que pintó en San Petersburgo, estado de Florida, a solicitud del alcalde de esa ciudad.
'A través del arte se promueve que la gente hable, se vea, conversen, y ese roce es el que permite que se abran caminos', subraya Mirabal.
¿POR QUÉ BANDERAS CUBANAS?
Para Mirabal, Cuba es un país que lucha, resiste, lo que le provocó trabajar el tema de la bandera cubana como principal elemento iconográfico, pero esta vez con alambres rotos y otros símbolos que enmarcaran esa resistencia y la fuerza del cubano para romper con las ataduras del pasado.
'En cambio -dice-, las flores simbolizan la belleza de las cosas buenas que la Revolución cubana ha hecho por el pueblo, la seguridad que le dio a mi generación, que ahora nos toca recoger el batón y seguir adelante, pero tampoco dejo de reconocer que hay otras cosas que nos molestan y quisiéramos que fueran diferentes, y por eso uso los alambres'.
'Si te percatas -añade-, en mis obras hay muchas más flores que alambres, pero cada cual hace su apreciación desde su punto de vista y sus vivencias como ser humano. En lo particular, yo trabajo sobre la bandera desde mis propias vivencias, de mis amigos, los que viven en el solar habanero donde nací, en Cayo Hueso'.
UN ARTISTA LEAL A SU GENTE
A pesar de recibir recientemente un Doctorado Honoris Causa en Artes de la Universidad de Guadalajara, en México, y de partir próximamente a Marruecos a trabajar en una beca de creación que le otorgó una fundación francesa, Michel Mirabal sigue mirando con nostalgia a la ciudadela donde nació y creció en su Habana, y a los niños, que para él, son lo más importante de la vida. 'El día que deje de ser como siempre he sido, dejaré entonces de ser el artista que soy, leal a su gente y a mi entorno, y su eso sucediera solo saldría una obra vacía. Dejar de ser como soy, es imposible'.