Coronado por los libros

Editado por Martha Ríos
2017-05-11 16:31:41

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Valiosos documentos atesora la Biblioteca de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas. Foto: Arelys Echevarría

Por Mairyn Arteaga Díaz

Hay en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas (UCLV), en la ciudad cubana de Santa Clara, una valiosa colección de libros, documentos y otros objetos de inimaginable procedencia que constituyen orgullo para la institución y el país.  Coronado se llama y debe su nombre a quien fuera su coordinador y colector.

Después de subir cinco pisos en la Biblioteca de la UCLV se llega a una salita completamente hermetizada y climatizada, donde el olor a antigüedad no te permite permanecer demasiado.

Allá arriba, desde hace casi 14 años, trabaja Julia Ross Rojas, especialista de la Colección Coronado y quien conoce la historia de punta a punta.

Dice Julia que en 1954 el muestrario que perteneciera a Francisco de Paula Coronado, importante investigador de las letras cubanas, estuvo en grave peligro de ser vendido a una universidad en Miami, pero que otro estudioso, al tanto de su valía, lo compró y destinó a una biblioteca particular.

Fue quizás consciente este señor, Paul González de Mendoza, de que aquella unión de recortes de periódicos, manuscritos y volúmenes de disímiles materias constituían patrimonio de una nación y de su cultura.

Seis años más tarde, el mismo Paul la ponía nuevamente en venta y así es adquirida por la UCLV, el 20 de febrero de 1960, como complemento de su archivo, donde se mantiene hasta hoy.

A la entrada de la salita, una foto de Coronado, que recuerda a alguien familiar; y la explicación de que Francisco de Paula Coronado nació en La Habana, en 1870, y tuvo durante toda su vida participación en las actividades culturales y políticas de la Mayor isla de las Antillas.

Licenciado en Letras y Filosofía, y también en Derecho Civil, fue maestro de escuelas públicas y en 1896, desde los Estados Unidos, se convirtió en redactor del Periódico Patria.

Al terminar la guerra retorna al país, en 1920 es nombrado Director de la Biblioteca Nacional, cargo que desempeñó hasta su muerte.

Durante toda su existencia se dedicó a recopilar información de la más diversa índole: de ahí los libros, periódicos, manuscritos, láminas, caricaturas, diarios, algunos con fechas tan lejanas como el año 1572.

Allí también, un muestrario con rocas del Vesubio, el volcán italiano, y al pie de la cajita, el mensaje que te llega como recién escrito: “Agosto/1888. Hoy visité el Vesubio. Estas piedras las que brotaron ese día y que se recogieron formando esta colección…”

Ahora, Julia muestra orgullosa la papelería que perteneciera al patriota cubano Antonio Maceo, el Titán de Bronce, la carta escrita de su puño y letra, dirigida a Julio Sanguily y fechada en Guantánamo, en mayo de 1878.

En otra urna el original de la impresión que recoge el Manifiesto de Montecristi, ejemplares del periódico Patria, la historia del teatro bufo cubano acopiada manualmente, ejemplos de papel moneda, caricaturas, láminas, fotografías…

A sus 55 años, Julia se mueve con agilidad por la sala, desplaza la escalerilla, sube y baja de los estantes y explica que se dan los primeros pasos para la digitalización de la colección que cuenta con más de 40 mil ejemplares; ya escaneadas algunas imágenes, parte del teatro bufo, pero es lento porque se necesitan más recursos.

Todo le parece importante a Julia para mostrar y es que todo lo es. Allá arriba, a cinco pisos en la Biblioteca de la UCLV pueden acceder estudiantes, profesores, investigadores que necesiten consultar los valiosos fondos, siempre con una autorización previa.

Historia de casi cinco siglos de todo un país se guarda en el espacio atiborrado de anaqueles; la historia que se cuida con recelo y que permanece, con el pasar de los años, coronada por los libros.

(Tomado de la ACN)



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