Cementerio de Reina, el eco del silencio

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2018-08-08 13:39:21

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Foto:Hostal Corsica

Por: Guadalupe Yaujar Díaz

La Habana, 8 ago (RHC) El Cementerio de Reina -nombre de la barriada donde está enclavado- inaugurado en 1839 en la central ciudad cubana de Cienfuegos, otrora villa de Fernandina de Jagua.

 Se construyó para remplazar al camposanto original de 1819 dado que la población iba en aumento y la proximidad con el mar, menos de cien metros, en más de una ocasión había comprometido su estructura.

Incluido en el listado 1998-1999 del Fondo Mundial de Monumentos entre los cien sitios del patrimonio universal en peligro de desaparecer, destaca por el esplendor de su estilo neoclásico, entre los similares del país y del orbe.

Es el único de la Isla que conserva el sistema de enterramientos en paredes de nichos tras suprimirse los enterramientos en los templos; y similar al usado en el desaparecido cementerio de Espada, construido alrededor de 1805 en La Habana y del que se conservan muy pocos vestigios.

El patio interior del camposanto de Reina está flanqueado por paredes con tres hileras de nichos cada una y sus monumentos distinguen por su acabado a tal magnitud que los especialistas plantean que están entre los más sobresalientes del mundo junto con los cementerios italianos de su tipo.

La necrópolis atesora verdaderas obras de arte devienen las tarjas y lápidas elaboradas con mármoles de Carrara y hierro fundido, por creadores cienfuegueros y artistas del Viejo Continente.

Las lápidas de los nichos constituyen valiosos tesoros del arte estatuario en bajo relieve, porque cada pieza, maravilla de la arquitectura funeraria en la isla, tiene un gran valor histórico y artístico y demuestran el alto nivel creativo de los artesanos que las diseñaron hace casi 180 años.

Este camposanto conserva nichos con de los primeros habitantes de la ciudad con fechas mortuorias que se remontan a la década de 1830, de ilustres revolucionarios de nuestras guerras libertadoras, entre ellos el General de Brigada Henry Reeve (El Inglesito).

En las sepulturas más añejas descansan los restos de soldados y valiosas figuras de las Guerras de Independencia de 1868 y 1895 y una lápida colocada en 1841 marca el sitio donde está sepultado Agustín Santa Cruz y Castilla, ilustre benefactor de la otrora colonia Fernandina de Jagua.

Los nichos estaban destinados a aquellas familias que no tenían recursos y que resultaban más baratos que la costosa construcción de un panteón. Las tumbas en las que se depositaban los difuntos cuyas familias no contaban con los recursos para alquiler un nicho eran cavadas en la tierra.

En el camposanto resalta “La Bella Durmiente” envuelta en leyendas, de un esposo viudo de una hermosa joven y el trunco amor fue tallado en piedra italiana.

A más de un siglo de distancia ,la obra erigida en memoria de María Josefa Alvarez Miró, fallecida el 16 de julio de 1907 a la edad de 24 años, constituye la carta de presentación del sacro recinto edificado en 1839, dos décadas después de la fundación de esta villa.

La imagen, esculpida en mármol blanco representa a una joven dormida, reclinada a una cruz, con un ramo de amapolas en su mano derecha, como símbolo de la vida, mientras con su mano izquierda aplasta suavemente una serpiente, en alusión a la muerte.

Desde que fueron clausurados los nichos en 1900 y unas décadas más tarde se convirtió el cementerio Tomás Acea en la necrópolis principal de la ciudad, el de Reina quedó en segundo plano.

El paso del tiempo dejó sus vestigios particularmente por la cercanía al mar que ocasionó daños en monumentos y otras áreas del inmueble.

Mientras, se han visto los ángeles de algunos sepulcros sin cabezas ni alas y descendieron al suelo con el tiempo y los vientos huracanados, la oxidación en las rejas y los muros con nichos verticales han amenazado con desplomarse.

En 2011 se inició una restauración, de larga data, para recuperar su antigua atracción y evitar, además, las huellas de vandalismo dejadas en esta joya del patrimonio de nuestra nación.



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