Por Mairyn Arteaga Díaz
Desde hace apenas dos años una imagen es casi venerada en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas (UCLV), el sitio más fotografiado de la institución, el emblema que la caracteriza, el lugar adonde van los estudiantes y trabajadores y los visitantes y los niños de la escuelita cercana y los que se casan y los que se gradúan; y allí irremediablemente, todos dejan flores.
Hace apenas 24 meses, la casa de altos estudios que lleva el nombre de la insigne patriota villaclareña no contaba con un busto donde rendirle tributo y el anhelo de lograrlo era tal, que aún hoy, cuando al conjunto monumental que será le faltan detalles por terminar, el busto de la ilustre mujer deviene Alma Máter y espacio de reverencias.
A 173 años del natalicio de Doña Marta Abreu de Estévez (13 de noviembre de 1845), la historia de la concepción, construcción y montaje de su estatua en esa institución docente, sirve también como tributo a la memoria de la matrona, la filántropa, la independentista, la cubana.
Conocida por sus aspiraciones independentistas Marta Abreu es denominada la benefactora de Santa Clara (centro de Cuba).
Ginley Durán Castellón, profesor del Centro de Estudios Comunitarios de la UCLV, arquitecto urbanista a cargo del
emplazamiento, define la colocación de la Marta como la reconexión de la comunidad universitaria con un trozo de su alma que estaba perdida y que sentía debía ponerse en sitio fijo.
Porque –dice Ginley- constituye punto de partida para devolverle al apelativo de la institución los contenidos y los sentidos que los santaclareños presagiaban cuando pedían en 1948 una universidad que se tendría que llamar Marta Abreu, y que era el modo de pensar, el deber ser, la conducta ética y los valores que portarían los profesores, los estudiantes y los egresados de ese centro.
La imagen, de algún modo, sirvió también para deconstruir la idea de patrimonio como algo antiguo, una categoría que se alcanza con el pasar de los años; y la Marta de la universidad nació como un bien patrimonial, como si siempre hubiese reposado allí, con la anuencia del tiempo que no tuvo que filtrarse en ella para hacerla historia.
Para Ginley lo más interesante es el modo en que se da la apropiación que hacen las personas de esas cosas que sienten
esenciales; aún no develada, no inaugurada oficialmente, no terminado el conjunto que la acompañará, Marta ejerció ese poder y salió a la luz a petición de los universitarios, de los docentes... y hoy nadie recordaría que alguna vez no estuvo.
Dicen que en una visita a Santa Clara, a Máximo Gómez le preguntan que, en caso de otorgársele, qué grado militar vendría bien con Marta Abreu de Estévez y respondió que sin miedo a no contar con su ejército sabía que todos estarían de acuerdo en que tal mujer solo podría ostentar el grado que él mismo portaba y que ella no podría ser otra que La Generalísima.
A 173 años de su natalicio, Santa Clara celebra la memoria de una de sus grandes mujeres y patriotas.
Al amparo de pasajes como este se acunó la idea de emplazar en la universidad villaclareña una estatua de Marta. Allí, en la plaza homónima, una suerte de monumento etnográfico reproducirá el plano de la ciudad de Santa Clara en el siglo XIX, donde el busto emerge del sitio en el que geográficamente está el Parque Vidal y cada una de las losas del piso representan manzanas de la villa.
Y así, uno podrá contemplar cuando camine por esa suerte de ciudad inventada los lugares, las calles, los sitios donde están las obras que Marta donó a la ciudad; especie de remembranza para poder luego encontrar en la urbe real donde están esos rincones que llevan su huella.
Es en 2012 que la idea de colocar una Marta en la institución se toma como acuerdo por el Consejo de Dirección de la Universidad y se convoca a varios escultores villaclareños entre los que destacaron con su proyecto Delvis Santos y Juan Carlos Pérez.
Se escogió –explica Ginley- porque uno de los criterios controvertidos a la hora de pensar el monumento es que en el imaginario tanto de los universitarios como de los santaclareños no estaba la idea de pensar a Marta como algo abstracto sino figurativo y estos dos escultores tenían la suficiente experiencia y calidad para trabajar la imagen figurativa de la relevante figura.
Con alrededor de dos metros y medio de pedestal, hecho con mármoles rosados traídos de varias provincias, más similar medida de busto contaría la estatua, inicialmente concebida para esculpirse en granito blanco, pero coincidió por aquel tiempo la entrega del título de Doctor Honoris Causa en Ciencias Históricas a Eusebio Leal Spengler quien quiso colocar a los pies de Marta el ramo de flores que le fuera regalado.
Pero entonces Marta no estaba y Eusebio es enterado del proyecto para el emplazamiento de la estatua, el cual acogió con beneplácito y decide financiarlo con una aclaratoria: y fueron sus palabras casi exactas de que la venerable memoria de la insigne patriota santaclareña solo podría ser eternizada en bronce.
Comenzó entonces el proceso de modelado en barro en la UCLV, en los talleres de la Facultad de Mecánica, ahí se hizo luego el vaciado de los moldes en yeso y el positivo en yeso que se llevó a la Fundación Caguayo, de Santiago de Cuba, donde se construyó el molde en sílice para fundir en bronce.
Cuenta Ginley que allá los santiagueros del taller, los mismos que fundieran el Titán de Bronce de la plaza Antonio Maceo o la Mariana Grajales que descansa en Santa Ifigenia, comenzaron a venerar a Marta casi como a una madre, especie de tradición que portan para honrar a los grandes patriotas.
Esa, agrega, fue otra constante que los motivó: no pensar solo en Marta la filántropa, la persona que donó obras, que tuvo una acción social reconocida y que pensó en los pobres, sino en la mujer que también anheló la independencia de Cuba y entregó todos sus bienes a la causa revolucionaria, además con la maravillosa bondad de hacerlo de modo anónimo.
Y en peregrinaje llegó Marta a la Universidad para reposar en un espacio visual de diálogo con los demás elementos que la rodean, entre las columnas del Rectorado y las de la Facultad de Ciencias Sociales, en armonía con las escalas naturales en esas especies de islas que conforman el campus del centro y como ejemplo veraz de que el patrimonio lejos de contarse debe vivenciarse.
Quizás para 2019 el Complejo Monumental esté totalmente listo y los universitarios, los docentes, los visitantes, los niños de la escuelita, los que se casan y los que se gradúan caminen por una Santa Clara pequeña de la que siempre nacerá Marta y allí mismo, en el centro del Parque Vidal, el bronce se cubrirá de flores. (Tomado de la ACN)