Por: Martha Gómez Ferrals
La Habana, 19 nov (RHC) Los cubanos han amado a Máximo Gómez -el epíteto Generalísimo lo dice todo- como uno de los mejores hijos de esta tierra. El pagó esa devoción diciendo siempre que era “dominicano de nacimiento, y dominicano y cubano de corazón”, pero antes, había dado a Cuba más.
El gran genio militar de las campañas libertarias iniciadas en el 68 y el 95, el jefe de mando y autoridad moral indiscutibles, el probo y disciplinario tenaz, fiel y corajudo, el lúcido y sensible libertario que fue, admitió en sus memorias escritas en 1894 no conocer de fuente fidedigna la fecha y hora exacta de su nacimiento.
La historiografía admite, simbólicamente, el 18 de noviembre de 1836 como su natalicio. En cuanto a la fecha, se valoraron las celebraciones familiares y el año fue estimado y reconocido por el propio Gómez, luego de obtener el testimonio de sus padres y familiares.
Nació en la localidad de Baní, Santo Domingo, poblado rural a unos 84 kilómetros de la capital. Un joven que todavía no llegaba a los 30 años desembarcó un buen día de 1865 en el puerto de Santiago de Cuba, en compañía de su familia. Venía exiliado, debido a trascendentales sucesos acaecidos en su país, pues era un oficial (alférez) de la reserva militar española.
En Cuba se estableció con su familia en la finca El Dátil, bajo la jurisdicción de Bayamo. En 1866 se dio baja del ejército de la metrópoli. Tenía experiencia por su participación en las milicias dominicanas contra las incursiones haitianas y en la revolución restauradora iniciada en 1861, fracasada después.
Provenía de una familia honorable, severa y virtuosa, según sus propias palabras, formación que marcó su vida.
Y desde 1867 se involucra en el movimiento revolucionario independentista asociado a Bayamo, aunque sin dejar de residir en su propiedad. Poco después del estallido de la Guerra de Independencia el 10 de octubre de 1868 –el 14 de octubre precisa la documentación- se incorporó a la Revolución Cubana comandada por Carlos Manuel de Céspedes.
Fue en Cuba, tras casi cuatro años de residencia, donde Gómez evolucionó con rapidez hacia una posición política y pensamiento claramente independentistas, contra el poder colonial que una vez defendió. Pero era algo que había nacido en él desde mucho antes, por su tendencia a regirse y luchar por humanismo y sed de justicia.
Su ascenso a Mayor General, por decisión de Céspedes, reconoció méritos demostrados sin demora. En la batalla que él anotó como la de Tienda del Pino empleó la primera carga al machete de las campañas de guerra mambisas, un método que combinaba el ímpetu de los jinetes bravíos y la temible arma blanca en que había devenido el instrumento de trabajo del campesinado, cuyo filo brillaba al sol desde lejos.
Esas cargas y sus estrategias de combate, desarrolladas en toda esa campaña y más tarde en la Guerra Necesaria, organizada por José Martí en 1895, fueron demoledoras y muy efectivas. Coexistieron con el empleo de fusilería y algunos cañones que de manera general los libertarios cubanos debían arrebatar a los españoles, pues las expediciones y desembarcos con pertrechos de guerra eran escasas, debido a la persecución tanto fuera como en las costas de Cuba.
Hay que resaltarlo: la primera carga al machete, liderada por Máximo Gómez, también cumple 150 años en este mes de noviembre. El entonces joven general siguió con otras victorias trascendentes en sus etapas en Guantánamo (1871-1872) y Camagüey (1873-1875), donde reorganizó las tropas y estuvo al frente de la contienda luego de la invaluable pérdida de Ignacio Agramonte.
En 1878, al finalizar la Guerra de los 10 años, marcha al exilio, y acepta por un tiempo un alto cargo militar ofrecido por el presidente de Honduras . Entre 1884 y 1886 participa con Antonio Maceo, también en el extranjero, en una conspiración que llevó sus nombres y que retomaba los afanes independentistas. Pero fue abortada y sufrieron represalias.
El exilio trajo años de pobreza, sacrificios, cárcel y pérdidas familiares para ambos patriotas, aunque en el exterior muchos reconocían su gran prestigio y brillante hoja de estrategas militares.
La fama de sus hazañas había surcado los mares. Pero ellos nunca tomaron el camino del deshonor ni el servicio a causas miserables.
En el historial de campaña de Gómez igualmente impresionan sus múltiples cruces de la Trocha de Júcaro a Morón, en ambas guerras, y la gran campaña de extensión de la guerra de independencia del 95 hacia Occidente. Una hazaña militar realizada en su condición de General en Jefe del Ejército Libertador, cargo que le aceptara a Martí en 1892.
Gómez y Maceo durante ese recorrido iniciado a fines del 95 en el histórico Mangos de Baraguá, Oriente, hasta Mantua, Pinar del Río, por parte del Lugarteniente General y hasta Las Villas, por parte del Generalísimo, efectuaron maniobras y coordinaron ataques de sorprendente ingenio y eficacia.
La muerte de Antonio Maceo Grajales fue un duro golpe para la campaña y para el General en Jefe, pues apreciaba mucho a Antonio, a quien acompañaba su amado hijo Panchito, muerto junto al Titán de Bronce.
Se encargó entonces de dar más bríos a la campaña de Las Villas (1897-1898), la cual expertos valoran como enjundia de un pensamiento militar maduro y cristalizado, de una extraordinaria inteligencia cuya agudeza brilló también en las figuras literarias que empleaba en sus escritos y razonamientos.
Murió el 17 de junio de 1905, víctima de una infección en una mano que le provocó una sepsis generalizada. Se había opuesto a la ocupación estadounidense y a la desmoralización que ello había causado en ciertos sectores anexionistas cubanos. Su sepelio constituyó una extraordinaria manifestación de duelo popular, la mayor de las vistas hasta entonces. (Fuente: ACN)