En la calle Aramburu, a la altura de Vapor, un muro de piedra con nichos le cierra el paso a los caminantes… allí permanece la huella del primer cementerio público de Cuba e Hispanoamérica.
El Cementerio de Espada, llamado primero Cementerio General de La Habana, se inauguró el 2 de febrero de 1806, fue el primer lugar de entierro diseñado formalmente y construido en la región de la Habana.
Antes de su construcción la costumbre eran los enterramientos en las iglesias, capillas o templos.
La necrópolis fue construida gracias al interés mostrado por el Gobernador General Don Luis de las Casas, Tomás Romay, Don Felipe de Tres Palacios, la Sociedad Económica de Amigos del País en pleno y sobre todo, el obispo Juan José Díaz de Espada y Fernández Landa.
Rebautizado como Cementerio de Espada, en honor del obispo titular en el momento de su diseño, José Díaz de Espada y Landa, significó una pionera señal de modernidad hacia Latinoamérica e incluso para la metrópoli española. También fue un paso muy importante para mejorar la higiene y salubridad de la creciente y ya hacinada población de la ciudad.
El proyecto y ejecutor de la obra estuvieron a cargo del arquitecto francés Etienne-Sulpice Hallet , radicado en Estados Unidos, el pintor italiano Guiseppe Perovani participó en el embellecimiento del interior de la cúpula de la capilla de la necrópolis.
En su edificación inicial el costo fue de 46 mil 868 pesos fuertes. Consistía en un rectángulo cerrado perimetralmente por muros, con espacio para 4 mil 600 sepulturas, osarios, y una capilla para dar el último adiós a los difuntos.
Se encontraba situado en el perímetro que conforman las actuales calles de Aramburu, San Francisco, Vapor y San Lázaro. La puerta de entrada miraba al sur, y tenía en la parte superior del arco de medio punto que la remataba, una inscripción en letras de bronce donde podía leerse en español y en latín la siguiente inscripción: A la Religión, A la Salud Pública.
Actas de la época refieren que el coto fúnebre abarcaba “19 mil 780 varas cuadradas” -equivalentes a unos 16 mil 500 metros cuadrados-, con un costo de “46 mil 868 pesos fuertes”.
A lo largo de casi un siglo cobijó a nobles, ricos, pobres y usureros, sin distinción de origen ni raleas. Su reglamento fue modelo de los que se redactaron con posterioridad para otros cementerios de Hispanoamérica.
Según recogen publicaciones de la época el Camposanto colapsó en 1833 cuando La Habana fue azotada por una epidemia de cólera morbo y en los primeros tres meses la necrópolis tuvo 8 mil 315 entierros y al cerrar diciembre totalizaba 12 mil.
El cementerio de Espada fue el lugar de los sucesos que servirían de pretexto para al horrendo fusilamiento de ocho estudiantes de Medicina, en 1871.
El 30 de septiembre de 1878, el Cementerio de Espada fue clausurado por decreto del gobierno colonial de la Isla. (Recopilación Internet)