Sufragio femenino: un triunfo sobre espinas y azahares

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2020-01-14 08:28:44

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Foto: ACN.

Por: Martha Gómez Ferrals

La Habana, 14 ene (RHC) El 10 de enero de 1934 una noticia de último minuto divulgó el decreto final del llamado gobierno de los 100 días presidido por Ramón Grau San Martín, con el influyente accionar de su ministro de Gobernación, Antonio Guiteras Holmes, un revolucionario cabal y audaz.

Antes de la obligada dimisión del presidente, ocurrida ese día por la traición del militar Fulgencio Batista, este proclamó el establecimiento del sufragio femenino sin restricciones, una reivindicación batallada duramente durante años por cientos de mujeres cubanas.

No era la única medida tomada por aquel gobierno provisional que siguió a la pentarquía sustituta del tirano Gerardo Machado, tras su derribo en agosto del 33. Formaba parte de un plan que logró implantar el joven Toni Guiteras -26 años-, de beneficio popular: a los trabajadores, mujeres, obreros.

Pero tenía un enorme significado, aunque aún hoy en los listados de los logros de aquel connotado líder dentro del gobierno de Grau, a veces no aparece esa trascendental conquista.

Se señala en la historia como un ente precursor de esos combates, la incorporación de la mujer cubana a la lucha emancipadora iniciada en 1868, con los célebres ejemplos a la cabeza de Mariana Grajales como patriota y madre magna; Ana Betancourt, de avanzadas ideas para la liberación e igualdad de las mujeres y dentro de las letras, Gertrudis Gómez de Avellaneda, poetisa de una lírica e ideas valoradas de feministas.

Expertos consideran que las cubanas –poco antes, criollas- continuaron preparándose para el movimiento feminista que haría eclosión en los albores del siglo XX, sobre todo en los ambientes de las familias de la emigración revolucionaria que fueron a residir a Estados Unidos y naciones sudamericanas, cuando se crearon clubes femeninos de apoyo a la segunda campaña libertaria organizada en el exilio por José Martí.

Junto a la actividad patriótica y militante iban conociendo de formas de organización, asociación y unidad, adquirían ideas políticas afines y por qué no, se fortalecían como estrategas.

Llegado el siglo XX, la frustración de la independencia de Cuba por la intervención estadounidense, las consecuencias devastadoras de la guerra, la población diezmada, y la sociedad sobreviviente a esas realidades nada esperanzadoras, el pueblo se vio forzado a aceptar el reto de continuar sus luchas y allí estaban las mujeres, con varias banderas por conquistar.

Las primeras organizaciones sufragistas

Historiadores ubican las primeras organizaciones empeñadas en el importante objetivo del sufragio de la mujer y otros contenidos feministas a las fundadas por Amalia Mallén de Ostolaza: el Partido Nacional Feminista (1912), el Partido Sufragista (1913) y el Partido Nacional Sufragista en 1914.

Otras fechas importantes, pues señalan la trayectoria de esas luchas, mucho antes de crearse el Decreto presidencial de marras, son 1917, año en el cual el feminismo consiguió la promulgación de la Ley de la Patria Potestad, en tanto la Ley del Divorcio se aprobó en 1918.

Como se observa, lejos de ocuparse en alimentar odios y posiciones extremas, en sentido general el feminismo cubano muestra un accionar dirigido a causas emancipadoras y revolucionarias, a pesar de pretender buscar justicia y dar apoyo a disímiles sectores en los cuales se desenvolvían las mujeres en la sociedad.

Para ello debieron enfrentar obstáculos, incomprensiones, vilipendios, falsas promesas, manipulaciones, injurias y mentiras. Y más. Toda la maquinaria de los prejuicios y del dominio de un machismo secular dispuesto a no ceder un ápice.

Entre sus demandas, además de dar prioridad al sufragio, por considerarlo que marcaba el reconocimiento de la verdadera existencia de la mujer dentro de la sociedad, en calidad de iguales y con todos los derechos, estaban protección a las madres trabajadoras, derechos laborales a la mujer, atenciones de salud y el acceso a una educación media y superior de calidad.

Ya por aquella época se habían fundado además los importantes Club Femenino de Cuba y la Federación Nacional de Asociaciones Femeninas de Cuba, la cual celebró en La Habana en 1923 su primer congreso nacional, al comenzar una década que marcaba el comienzo del auge de la conciencia patriótica.

Eran tiempos en que miles de mujeres, muchas de ellas de origen humilde, ejercían el magisterio –se dice que el 82 por ciento de esa fuerza- y un gran número pasó a las filas de las luchas feministas.

Pero entre sus dirigentes más descollantes había doctoras, periodistas, abogadas, intelectuales en general, representantes de la clase media y pequeña burguesía. Por supuesto, había una fuerte presencia de las mujeres católicas, enfermeras y personas dedicadas a las bellas artes.

Pilar Morlón de Menéndez, Pilar Jorge Tella, Mariblanca Sabas Alomá, Ofelia Domínguez y Hortensia Lamar, Dulce María Borrero, María Luisa Dolz, Lola Borrero y Dulce María Saínz de la Peña, aunque sus nombres hoy resulten totalmente o casi olvidados fueron llevados por ellas, convencidas y entregadas casi todas al combate por los derechos de sus congéneres.

El tirano Gerardo Machado utilizó al movimiento feminista cubano con manipulaciones populistas, cuando accedió por primera vez al poder en 1925.

Se sabe que entre Machado y los sectores más reaccionarios de la nación pusieron pie en tierra para consolidar una leyenda negra sobre el movimiento feminista cubano, al tiempo que se introducían elementos proclives a agudizar las naturales desavenencias y divisionismos. Y esto con el tiempo, surtió efectos.

No obstante, las decididas a batallar continuaron su lucha, que cada vez incluía el interés por mayor número de campos, también los derechos y la actividad en ámbitos culturales.

Así llegó la noticia extraordinaria de la conquista bien ganada en aquel enero. Exhaustas, pero alegres, celebraron, pero sabían que sus combates debían seguir. La vida lo demuestra cada día. (Fuente: ACN)



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