Por: Guadalupe Yaujar Díaz

La Habana, 4 jun (RHC) Nada hay en Sancti Spíritus como el bálsamo que baña el alma cuando se contemplan las aguas de sus ríos, lo mismo a orillas del Tuinucú que a la vera del Yayabo, las dos corrientes fluviales más unidas al surgimiento y posterior desarrollo de la cuarta villa fundada en Cuba por los colonizadores españoles.

Según cronistas, tiene sus orígenes fundacionales en tierras de gigantescas arboledas, abundantes de cedros y ceibas, en llanura fértil y ambiente bucólico de la zona aborigen de Magón, nombre que los nativos daban a la región donde se levantara la villa.

Han pasado ya 506 años desde aquella fecha que marcó el andar de los días de la que es hoy uno de los destinos turísticos más atractivos de la región central de Cuba.

Fue exactamente el 4 de junio de 1514 cuando nace la villa del Espíritu Santo (Sancti Spíritus), fundada por el Adelantado Don Diego Velázquez.

Su centro histórico urbano es uno de los conjuntos arquitectónicos más notables del país, conformado por edificaciones de los siglos XVII al XX.

En la zona colonial confluyen las distintas épocas constructivas a partir del barroco español, regional o criollo y el neoclásico.

En 1522, los españoles la trasladaron para el lugar definitivo, en las márgenes del río Yayabo, a unos ocho kilómetros del lugar original.

En sus primeras construcciones predominaron el guano y la tabla, provocando continuos y considerables incendios que motivaron, por el año 1786, la primera regulación urbanística, que prohibía ese tipo de fabricación en el centro de la ciudad.

Sin embargo, progresivamente, las edificaciones se levantaron a base y ladrillo embarrado y tejas.

De estrechas y complicadas calles, resalta una arquitectura colonial salpicada a ratos por la modernidad.

La bonanza económica llega a Sancti Spíritus en el siglo XIX, cuando crece la demanda nacional por su ganado, al punto de completar en un solo envío hacia La Habana hasta 20 mil cabezas.

Nacen entonces las obras arquitectónicas que, junto a la Iglesia Parroquial Mayor, concluida en 1680, distinguen hoy a la ciudad por todo el mundo: el teatro Principal y el puente sobre el río Yayabo.

La música espirituana se extendió por toda la región central cubana, personificada en el plano campesino con el llamado punto espirituano, el más antiguo de Cuba, caracterizado por el estribillo establecido dentro del punto guajiro, el más relacionado y parecido al son.

Su coro de claves es genuino, afinado y conservador. Las Parrandas Espirituanas, las congas y comparsas son la expresión de un rico aporte a los géneros musicales puramente cubanos.

La urbe posee hoy un espacio –en la calle Honorato– que recuerda, con cinco grandes campanas, la historia recorrida desde aquel 4 de junio de 1514 hasta 2014, fecha en que Sancti Spíritus cumplió 500 años.

En la calle que conduce a la Iglesia Parroquial Mayor (Monumento Nacional), así como también a otros sitios del centro histórico urbano, se erigen estas obras que realzan el entorno.

Cada una de ellas recoge 100 años; la primera abarca de 1514 a 1614, y así sucesivamente hasta completar los cinco siglos de vida de esta ciudad, a unos 350 kilómetros al este de La Habana.

Ahora, con seis años más sobre sus hombros, pueden admirarse estas campanas, que semejan el color del bronce y donde sobresale en el frente el escudo de la ciudad.

Allí aparecen una paloma con las alas extendidas, cuatro banderas cubanas, las letras N y S y el lema Mi lealtad acrisolada; en el borde inferior la frase: Testigo del Tiempo.

Este lema hace referencia a la fidelidad mantenida por el Ayuntamiento a España, cuando en 1762 los ingleses tomaron La Habana, mientras que la paloma representa el Espíritu Santo.

Conocida como la Ciudad del Yayabo por el nombre del río que la atraviesa; o por la Ciudad de los Murales, lo cierto es que Sancti Spíritus se reafirma como joya patrimonial, orgullosa de sus habitantes.