Por: Roberto Morejón
El presidente Juan Manuel Santos y las insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia alcanzaron lo que muchos no imaginaron, la firma de un acuerdo de paz y luego otro nuevo, con cambios para atender cuestionamientos de los sectores contrarios.
Las dos partes suscribieron el más reciente documento en Bogotá en busca de implementar rápidamente lo estipulado, convencidas de que constituye el mejor arreglo posible, sin ser perfecto, para trabajar por la paz.
Gobierno y guerrilla insistieron en que el texto es lo más cercano a las aspiraciones de muchos colombianos de poner fin a un conflicto de más de medio siglo de duración.
Sin embargo, las fuerzas opositoras al acuerdo, lideradas por el expresidente Álvaro Uribe, cuestionaron encarnizadamente el acercamiento entre el gobierno de Santos y los rebeldes desde el inicio de las conversaciones.
No pocas veces las negociaciones en La Habana, apoyadas sólidamente por Cuba y Noruega, amenazaron con naufragar por las lógicas disparidades de criterios entre los actores políticos y las presiones de los conservadores en Colombia.
De manera que el nuevo acuerdo de paz atravesó por un azaroso calendario al concluirse en La Habana el protocolo inicial el 26 de agosto, firmarse en Cartagena de Indias el 26 de septiembre y rechazarse en un plebiscito el 2 de octubre.
El texto definitivo, pendiente de implementación por el Congreso, incluye modificaciones en 56 de los 57 ejes temáticos renegociados entre el gobierno y los insurgentes en la capital cubana a partir de las sugerencias de los promotores del no en el plebiscito.
La comunidad internacional y amplios sectores en Colombia reconocen el esfuerzo de los participantes en el diálogo durante un proceso complejo luego de un enfrentamiento tan prolongado.
Sin embargo, el partido Centro Democrático, del expresidente y actual senador Álvaro Uribe, y otros críticos del nuevo pacto tienen aspiraciones insaciables y juegan la carta del chantaje.
Esas fuerzas olvidan que si bien debe respetarse el resultado del plebiscito ---y así se hace---, en la consulta sobre el primer acuerdo el NO ganó por estrecho margen.
Igualmente deben pensar que el cese bilateral del fuego es frágil mientras no entre en vigencia todo el acuerdo y hay peligro de confrontación en un país donde se reportó el reciente asesinato de líderes sociales.
Como señaló el líder rebelde Rodrigo Londoño, alias Timochenko, "entre más tiempo se dilate la refrendación del acuerdo, más espacio se le va dando a los sectores que no quieren la paz, a los sectores que quieren que la guerra continúe”.