por Guillermo Alvarado

Numerosos pueblos y gobiernos de la región han manifestado su pesar y solidaridad con el Perú, donde las intensas lluvias e inundaciones provocaron un desastre de grandes proporciones que hasta el momento ha causado 75 fallecidos, más de 70 000 afectados directamente y medio millón de damnificados.

Los daños materiales no han sido evaluados todavía, pero hay miles de viviendas destruidas por el fenómeno, numerosos puentes derribados y más de mil kilómetros de carreteras desaparecieron bajo el embate de las aguas, el lodo y piedras arrastradas por las correntadas.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, pidió a la canciller Delcy Rodríguez que se ponga de acuerdo con las autoridades peruanas para el envío de especialistas y equipos de salvamento, que están prestos para brindar su asistencia.

Como presidente pro tempore de la Unión de Naciones Sudamericanas, Maduro dijo que su país asumirá la coordinación regional para enfrentar la catástrofe en el hermano país, de manera conjunta con el gobierno de Lima.

De igual manera el jefe de Estado boliviano, Evo Morales, manifestó la disposición de brindar la ayuda necesaria para aliviar las necesidades de la población afectada por las torrenciales lluvias.

En el mismo sentido se expresaron los presidentes de Ecuador, Rafael Correa; de Nicaragua, Daniel Ortega; y de Colombia, Juan Manuel Santos; y otros gobernantes de América Latina y El Caribe.

Al mismo tiempo al interior del país arrecian las críticas a la falta de una acción decidida desde el primer momento del desastre por el ejecutivo peruano, encabezado por Pedro Pablo Kuczynski, así como de los organismos creados para hacer frente a este tipo de contingencias.

Localidades cercanas a la capital, como Carapongo y Huachipa, Cerro Camote, Viñas de Media Luna y Xicamarca, sufren de dramático desabastecimiento y abandono denunció el Centro de Estudios para la Democracia, Independencia y Soberanía.

Esa agrupación señaló que si bien la naturaleza desató su fuerza en estos días, la verdadera tragedia tiene sus raíces en décadas de gobiernos neoliberales que permitieron toda clase de desmanes, como la construcción de colonias y poblados en zonas de alto riesgo para lucrar con la vivienda a costa de las necesidades ajenas.

De igual manera muchas obras públicas se edificaron sin los requerimientos técnicos precisos o con materiales de mala calidad, como ocurrió con el llamado puente de la Solidaridad, levantado en el Cono Norte de Lima, que no resistió al primer embate de las aguas, mientras el Puente Balta, edificado hace más de 100 años permanece prestando servicios.

En medio de la tragedia se han visto numerosas muestras de solidaridad entre vecinos y pobladores, así como formas espontáneas de organización popular para rescatar vidas y los escasos bienes de las personas, ante un caso que, como ya resulta habitual en muchos países de la región, afecta con más crudeza a los pobres, a los abandonados de siempre por sistemas que funcionan bajo la lógica de la competencia y el lucro, no en la de la cooperación y el bienestar de las mayorías.