por Guillermo Alvarado
La primera ministra del Reino Unido, Theresa May, sorprendió a amigos y adversarios al convocar a elecciones parlamentarias anticipadas para el próximo 8 de junio, en lugar de celebrarlas en 2020 como estaban previstas originalmente, lo que despertó oleadas de análisis e interpretaciones dentro y fuera de esa nación.
Entre las versiones más comunes figura que la jefa de gobierno británico pretende aprovechar el buen momento de su partido, el Conservador, que disfruta de una ventaja en aprobación popular de 21 puntos respecto a sus principales opositores, los Laboristas, para obtener así una cómoda mayoría en el Parlamento que le permita negociar sin sobresaltos el divorcio con la Unión Europea, el llamado brexit, un trabajoso proceso político, económico y comercial que debe durar al menos dos años.
May busca de esta manera imponer con facilidad sus puntos de vista, que reflejan también los de muchos de sus partidarios en esta negociación, para alcanzar menos inmigración respecto a sus colegas europeos y eliminar la intromisión de Bruselas en los asuntos internos británicos.
La fecha propuesta por la primera ministra tampoco es ociosa. Las líneas directivas del bréxit serán discutidas por los restantes 27 miembros de la Unión Europea a finales de abril y serán adoptadas por los ministros de Asuntos Exteriores el 22 de mayo, después de las elecciones presidenciales de Francia. Las negociaciones bilaterales nunca empezarían antes de mediados de junio, cuando el Reino Unido tenga una nueva configuración política emanada de los comicios legislativos.
Hasta aquí el frío análisis que parece haber empujado a Theresa May para convocar las votaciones adelantadas, que fueron aprobadas este miércoles por la Cámara de Los Comunes, con el apoyo entusiasta no sólo de los conservadores, sino que también de los laboristas.
Estos últimos decidieron que pueden aprovechar la oportunidad para ganar más escaños en el Parlamento, si bien no tantos como para formar un nuevo gobierno, si los suficientes para reducir las diferencias y obligar a complejas negociaciones en cada paso para separarse del bloque continental.
A su favor juega el hecho de que tras la victoria del referendo sobre el brexit, en junio del año pasado, la economía británica comenzó a dar muestras de retroceso que aún no alcanzan los bolsillos de los ciudadanos, pero ya son una realidad.
Además hoy día estamos ante un Reino cada vez menos unido. El País de Gales desea continuar en la Unión Europea, mientras los irlandeses rechazan el elevado monto de la factura que habrá que pagar para consumar el divorcio.
Sin embargo, según el profesor Pierre-Alain Coffinier, investigador asociado del Instituto Thomas More, el verdadero peligro es Escocia, donde crece la animadversión hacia un gobierno conservador fuerte y muy prolongado en Londres, a la vez que aumenta la discusión acerca de un segundo referendo independentista.
Es verdad que la Unión Europea no será la misma después del brexit, pero aumentan las dudas sobre si el Reino Unido mantendrá la misma estructura tras abandonar uno de los mayores mercados del mundo. Cosas veredes, amigo Sancho.