Por: Guillermo Alvarado
La recepción en el Palacio de Versalles al presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, por su homólogo de Francia, Enmanuel Macron, fue un acto plagado de símbolos políticos, históricos y culturales y que puede significar el relanzamiento de las relaciones entre dos potencias distanciadas durante los últimos años.
En 1717 el zar de Rusia, Pedro el Grande, fue recibido en el pabellón nombrado Grand Trianon por el entonces joven rey Luis XV para establecer vínculos que, con altas y bajas, arriban a los 300 años.
Visionario e inteligente, el zar ruso decidió escoger el modelo francés para modernizar política, administrativa y culturalmente su vasto imperio, en particular la ciudad de Moscú, y al mismo tiempo garantizar una protección para nada desdeñable ante las apetencias de Suecia y Austria.
Tres siglos después, Vladimir Putin arribó a Versalles, un enorme complejo de palacios, pabellones y jardines que simbolizaron el poder de la aristocracia hasta el triunfo de la Revolución Francesa con las ideas ciudadanas de Libertad, Igualdad y Fraternidad, que iluminaron durante mucho tiempo las luchas en casi todos los continentes.
Macrón es el cuarto presidente en ejercicio que conoce Putin. El primero fue Jacques Chirac, con quien mantuvo una relación cordial, al grado de calificarse mutuamente como amigos. Ambos compartieron una férrea oposición a la guerra contra Iraq desatada por George W. Bush, cuyas consecuencias anticiparon como desastrosas sin equivocarse en lo más mínimo.
A pesar de un mal comienzo, los vínculos con el sucesor de Chirac, Nicolás Sarkozy, fueron buenos, marcados con un ascenso en el intercambio comercial y la firma de un multimillonario contrato para la fabricación en Francia de dos porta helicópteros del tipo Mistral, así como el acuerdo para la construcción en París de una gran iglesia ortodoxa, colindante con la torre Eiffel, símbolo de la urbe y del país.
Con François Hollande las divergencias estuvieron por encima de todo. El presidente francés se sumó a las presiones contra Rusia encabezadas por Estados Unidos tras la crisis de Ucrania y aplicó las sanciones impulsadas por Washington, que bajaron el intercambio bilateral de 20 mil millones de euros en 2011, a 11 mil millones en 2015.
Hollande anuló el contrato para los buques Mistral cuando estos ya estaban prácticamente construidos e incluso la tripulación de uno de ellos había recibido el adiestramiento.
En una clara muestra del grueso hielo en las relaciones, cuando la gran catedral ortodoxa rusa se inauguró, en octubre de 2016, Putin canceló su visita a París.
Este lunes, en la conferencia conjunta de prensa ambos jefes de Estado, Macron y Putin, afirmaron su disposición a relanzar los vínculos por encima de los desacuerdos y profundizar en aspectos como la economía, la ciencia y el sector aeroespacial.
Durante la cita se abordó el tema de Siria y la lucha contra las bandas extremistas y Putin reiteró que no se puede luchar contra el terrorismo destruyendo a una nación.
Tres siglos atrás Pedro el Grande volvió la mirada a Francia para construir un gran imperio. Quizás es tiempo de que París vea hacia Moscú, para darse cuenta de que el mundo es más amplio y tiene más alternativas de las que ofrece Estados Unidos.