Trump y sus escribanos

Editado por Maite González Martínez
2017-06-20 08:19:07

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Por: Roberto Morejón

El plan para revertir el proceso hacia la normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos fue suscrito por el presidente Donald Trump, pero estuvo asesorado por dos favorecidos de la industria de la contrarrevolución en la Florida.

Se trata del senador Marco Rubio y el representante Mario Díaz-Balart, aupados por los extremistas desfasados de las corrientes mayoritarias entre los cubano-americanos y estadounidenses, a favor del diálogo con La Habana.

La prensa de la Florida, opuesta a la aproximación, puso de relieve la frenética presión de Rubio y Díaz-Balart, quienes afirman tener un vínculo con Cuba, aunque nacieron en Estados Unidos.

Los dos exponentes de la maquinaria anticubana enriquecida a costa del dinero recaudado para desestabilizar a la Revolución persuadieron a Trump de revertir el proceso iniciado por el expresidente Barack Obama.

Trump se sumó vehemente al propósito, en detrimento de encuestas y pronunciamientos favorables a proseguir hacia la normalización de vínculos con Cuba.

Trump y sus colaboradores vislumbraron la posibilidad de un intercambio de socorros. El Presidente cortejó a Díaz-Balart para que votara a favor de una nueva iniciativa de ley para sustituir el llamado Obamacare y a cambio el aludido volvió a plantear sus demandas para presionar a Cuba.

Rubio expuso al gobernante de la nación los mismos reclamos y en retribución protegió al inquilino de la Casa Blanca al interrogar en el Congreso a James Comey, director del Buró Federal de Investigaciones, despedido por el Presidente.

Se trata de maniobras y cabildeos habituales en aquel país y diseñados a la medida de un Marco Rubio hijo de cubanos llegados a Estados Unidos en mil 956, aunque él trató de presentar a sus progenitores como supuestas víctimas de la Revolución Cubana, triunfante tres años más tarde.

El nervioso senador coincide con Trump en sus arranques conservadores, pues respalda la deportación de indocumentados, reducción de los gastos públicos y el rearme nacional además de considerar que el cambio climático NO es fruto de la actividad humana.

Descrito como oportunista y obsesionado con llegar “a la cumbre política”, Rubio se asoció a Mario Díaz Balart y ambos asumieron sus diatribas anticubanas como centro de su carrera política.

Este último se identifica con Álvaro Uribe, furibundo oponente de los acuerdos de paz con la guerrilla y acusado en Colombia de inspirador de los grupos paramilitares.

Díaz-Balart tampoco escucha a la mayoría de su Estado, la Florida, favorable a establecer la buena vecindad con Cuba.

Ambos se alzan como los escribanos del polémico presidente en relación con Cuba. Todos deberán asumir el fracaso por darle a aliento a la política de fuerza.



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