Por María Josefina Arce
“Ya es suficiente”, “Libros NO armas” ese es el sentir de la sociedad norteamericana y en especial de los jóvenes que cada vez con mayor frecuencia son víctimas de masacres en los centros donde estudian, un hecho que forma parte hoy de la cotidianeidad de Estados Unidos.
La Marcha por nuestras vidas fue protagonizada este fin de semana en Washington y otros cientos de ciudades estadounidenses por un millón de personas, en demanda de un mayor control de armas, una exigencia que ha ido ganando terreno en los últimos tiempos.
De hecho una última encuesta reveló que 69 por ciento de los estadounidenses considera que deberían ser más estrictas las leyes sobre armas de fuego. Otro sondeo, mostró que el respaldo para la universalización de los controles de antecedentes a las ventas de armas alcanzó un pico histórico: un 97% de la sociedad.
En Washigton, Nueva York, Chicago, Los Angeles, Boston, Filadelfia y Houston tuvieron lugar las manifestaciones más nutridas, organizadas por el movimiento Nunca Más, surgido por la voluntad de los sobrevivientes del letal tiroteo del último 14 de febrero en una escuela de Florida, en el que perdieron la vida 17 personas.
Los participantes buscan presionar ante la inacción del gobierno y del Congreso para que se restrinja la venta de grandes cantidades de municiones y se fortalezca el sistema de verificación de antecedentes para los compradores de dichos artefactos, incluidos quienes las obtienen en línea o en exhibiciones.
Asimismo, demandan una ley que prohíba las armas de asalto utilizadas en los tiroteos masivos, como el registrado en Las Vegas el pasado año en el que murieron 58 personas en un festival de música country.
Aunque los jóvenes han logrado un poderoso movimiento a favor del control de los armamentos, enfrentan la férrea oposición de la Asociación Nacional del Rifle, una poderosa organización bien enraizada en el Congreso y la Casa Blanca.
No olvidemos que el ex presidente Barack Obamna chocó con esa misma barrera de congresistas estrechamente ligados a la mencionada organización, cuando pretendió poner mayores controles a la adquisición de esos artefactos.
Tras dos mandatos Obama no pudo lograr que el órgano legislativo aprobara una ley al respecto, y se vio obligado a adoptar un paquete de medidas, en un intento por frenar la violencia generada por la venta y uso indiscriminado de estos artefactos.
Las acciones ejecutivas de Obama no limitaban la capacidad de los cargadores de
las armas ni prohibía la venta de rifles de asalto, medidas que han sido constantemente solicitadas por los grupos que abogan por el control de armas.
El actual inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump, presionado por los reclamos de la sociedad ante las constantes matanzas, tuvo que cambiar su actitud y respaldar un proyecto de ley sobre el posible refuerzo de un control de armas en Estados Unidos.
Pero no podemos olvidar que a comienzos de mes, Trump prometió a la Asociación Nacional del Rifle que él seguirá apoyando la Segunda Enmienda de la Constitución estadounidense, que garantiza el derecho a portar armas.
Las estadísticas demuestran la férrea oposición que hacen en el Congreso los integrantes de la Asociación Nacional del Rifle. De las 360 legislaciones propuestas desde 2013, solo una se convirtió en ley. Fue un cambio menor referente a la policía que no tuvo efecto en la limitación de armas de fuego, recuerdan las agencias de prensa.
No obstante, el reclamo de un mayor control sigue creciendo en la sociedad estadounidense, aunque algunos quieran restarle importancia como el senador estadounidense de origen cubano Marco Rubio, muy criticado por recibir donaciones de la asociación, y quien dijo que "muchos estadounidenses" no apoyan una mayor regulación al acceso a las armas, la principal demanda del millón de personas que tomaron las calles de unas 800 localidades de Estados Unidos.