Por: Iramsy Peraza Forte.Granma.
Hace un año casi nadie podía imaginar que el líder de la República Popular Democrática de Corea (RPDC), Kim Jong-un, y el presidente de Corea del Sur, Moon Jae-in, se iban a sentar en la misma mesa para hablar de un tratado de paz en la convulsa península coreana.
Sin embargo, eso fue precisamente lo que sucedió el pasado viernes cuando ambos dirigentes sostuvieron un histórico encuentro en la aldea fronteriza de Panmunjom y dieron los primeros pasos para llegar a un entendimiento sobre las vías para sustituir el armisticio vigente desde el 27 de julio de 1953 y poner fin al estado de guerra.
Tras varios meses de escalamiento del conflicto, la diplomacia parece estar encontrando soluciones en pos de una agenda que lleve calma al territorio. La reunión concluyó con la siembra de un pino justo en el área que separa a los dos países, como símbolo de esta nueva época de reconciliación.
Ahora, Seúl y Pyongyang tienen un escabroso camino por delante, a fin de solucionar los problemas que los han mantenido en conflicto por más de 60 años, pero sin duda la voluntad de sus presidentes de emprender el camino del diálogo hace ilusionar a muchos.
Fue Kim Jong-un quien tendió la primera rama de olivo, en enero pasado, cuando durante su discurso de Año Nuevo anunció que su país estaba dispuesto a enviar una delegación a las Olimpiadas de Invierno que se celebraron en febrero en PyeongChang, en Corea del Sur, devenidas en los «Juegos de la Paz», por la ola de acercamientos y muestras de buena voluntad que se suscitaron entre el Norte y el Sur.
La decisión sorprendió a muchos en medio de la escalada retórica desde Washington, uno de los actores fundamentales en el conflicto coreano, y las señales de que la Casa Blanca se disponía a aumentar las presiones sobre Pyongyang.
Entonces, Kim Jong-un, primer secretario del Partido del Trabajo de Corea, invitó a Moon Jae-in a celebrar una cumbre interpresidencial, cita que se consumó este viernes frente a los ojos de la comunidad internacional.
La reunión, un extraordinario paso de avance en la situación coreana teniendo en cuenta los 68 años de conflicto abierto en esta zona y el escalamiento de las tensiones durante la era Obama, fue un punto de partida para avanzar hacia la desnuclearización del territorio, aspecto esencial para lograr la distensión y en el que la RPDC se mostró dispuesta a trabajar siempre que se respeten las garantías a su sistema político.
Así las cosas, Kim Jong-un, quien también ostenta los cargos de Primer Presidente del Comité de Defensa Nacional y Comandante Supremo del Ejército Popular de Corea, ha echado por tierra todos los descalificativos usados por la prensa occidental y se ha mostrado abierto a emplear la diplomacia frente a los enfrentamientos.
Kim, nieto de Kim Il Sung e hijo de Kim Jong Il, próceres de la nación asiática, anunció recientemente el cese de los ensayos nucleares y el cierre de las instalaciones de pruebas atómicas, en señal del ambiente de paz que se quiere crear.
Pyongyang siempre ha asegurado que el desarrollo de su programa nuclear tiene carácter defensivo y disuasivo ante las amenazas de Estados Unidos y sus aliados en la región.
En este sentido, el joven líder de la RPDC que, según los medios de Pyongyang, cursó estudios universitarios en la Universidad Militar Kim Il-sung, también mostró su beneplácito a reunirse con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en mayo o junio próximo, con el objetivo de instaurar también una línea de diálogo que conduzca al fin de las hostilidades.
Pero si hay otra figura clave en todo este proceso es el presidente sudcoreano, el liberal Moon Jae-in, quien llegó al poder en mayo del 2016 con una actitud abierta a conversar con el Norte a diferencia de su predecesora, la conservadora Park Geunhye, quien fue destituida y encarcelada por un escándalo de corrupción.
Este político coreano y abogado de derechos humanos, exparlamentario y líder del Partido Democrático de Corea, llegó a la presidencia del Sur con la promesa de controlar el poder desmesurado de los conglomerados corporativos y cortar los lazos entre el Gobierno y las empresas.
Pero el enfoque hacia la nación vecina fue lo que lo puso en el punto de mira al defender una agenda por la paz, que este viernes tuvo sus frutos iniciales.
Opuesto al ruido de sables entre Pyongyang y Washington, Moon no vaciló en defender su posición de que las conversaciones con el Norte son vitales, así como su veto sobre cualquier posible intervención estadounidense, una sugerencia que le causó no pocos problemas con la Casa Blanca.
Pero los acontecimientos actuales le han dado la razón al presidente sudcoreano y han reafirmado su posición hacia el entendimiento y planes de lograr, para el 2020, la desnuclearización de la península.
Aunque no fue hasta ahora que Moon pudo, al menos, poner en marcha un proyecto que apueste por más diplomacia, hace algunos años, cuando ejerció como jefe de personal del presidente Roh Moo-hyun (2003-2008), este abogado promovió la «política de sol», que buscaba llegar a Pyongyang a través de una combinación de compromiso e incentivos.
Lo cierto es que la paz, la desnuclearización y la reunificación de la nación coreana, son temas comunes en las agendas de ambos líderes que, si bien todavía están dando pasos incipientes, ya abrieron y sellaron con un apretón de manos una nueva ruta, alejada de la confrontación, para la solución del conflicto en la Península Coreana.