Insólita descalificación mexicana a comicios venezolanos

Editado por Maite González Martínez
2018-05-23 10:26:03

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Luis Videgaray, secretario de Relaciones Exteriores durante la reunión de Ministros de Relaciones Exteriores del G20 en Argentina. Foto/Televisa.

Por: Guillermo Alvarado

La noticia de que el gobierno de México decidió no reconocer y descalifica los resultados de las elecciones presidenciales de Venezuela es tan chocante que la primera reacción que provoca es la risa, si bien se sabe que es un asunto grave porque revela la extrema miopía de algunos políticos que dirigen países con peso e influencia en nuestra región.

Por medio de un comunicado, la Secretaría mexicana de Relaciones Exteriores dijo que la convocatoria a las urnas en la Patria de Bolívar carecía de condiciones para ser calificada como “un proceso democrático, libre, justo y transparente”.

Viene enseguida a la mente la pregunta de ¿qué tiene que enseñar el gobierno de Enrique Peña Nieto en materia de elecciones democráticas, libres, justas y transparentes? Bien poco, me parece a mi.

A ver, México está viviendo una campaña electoral que ya es calificada como la más sangrienta en su historia reciente, con cerca de 80 candidatos o activistas asesinados, una cifra similar que renunciaron a sus aspiraciones por temor de perder sus vidas y decenas, quizás cientos de miles de ciudadanos que no se atreverán a salir de sus casas el próximo 1 de julio por la sencilla razón de que el derecho al voto se ha convertido en un factor de riesgo personal y familiar.

¿Qué clase de democracia es esta, donde el miedo inhibe a políticos y pobladores de llevar a la práctica su derecho de elegir o ser electo? ¿De que justicia y libertad se permite hablar ese gobierno, si la violencia costó allí 29 mil fallecidos en 2017?

Para convocar a unos comicios normales, primero habría que resolver el problema grave del control que las mafias del crimen organizado mantienen sobre buena parte de su territorio, donde las instituciones, las leyes y la justicia son pura ficción.

El suelo mexicano está repartido entre por lo menos seis carteles del narcotráfico, pero en algunos lugares, como en el estado de Guerrero, de donde son originarios los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, hay hasta 70 grupos que se pelean entre si por el control de poblados y vías de comunicación.

Muchos de los candidatos a puestos de elección popular son financiados por estas mismas mafias, por lo que cuando llegan a su cargo ya tienen compromisos con los delincuentes. ¿Eso es transparencia?

Más aún, uno de los principales candidatos a la presidencia, Ricardo Anaya, de la extraña coalición entre el conservador Partido Acción Nacional y el ex progresista Partido de la Revolución Democrática, es sospechoso de actos de corrupción, por los que no ha sido debidamente investigado. La última noticia es que la cuenta bancaria de su esposa recibió millonarios depósitos que rebasan por mucho la declaración de ingresos del matrimonio. Y sin embargo, la cancillería mexicana habla de falta de transparencia en las elecciones de Venezuela.

La situación me hace recordar la sentencia bíblica contra aquel que mira la paja en el ojo ajeno y no ve la viga que tiene en el propio. Pero quizás en estos momentos sea mejor repetir una vez más aquella famosa frase de Porfirio Díaz que dice: “pobre México, tan lejos de dios y tan cerca de los Estados Unidos”.



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