Por: Roberto Morejón

Los voraces incendios en América del Norte y del Sur, la sequía en Europa y los recurrentes huracanes en el Caribe afianzaron el criterio de los entendidos sobre la asociación con los efectos del cambio climático.

El fuego consumió extensas regiones en las afueras de Atenas, la capital de Grecia, y, nuevamente, en el estado norteamericano de California, sin borrarse aún el recuerdo de la acción de las llamas en Portugal y Chile durante 2017.

Agricultores alemanes, entre otros, lamentan las pérdidas en sus cosechas por la resequedad y debieron acudir a soluciones emergentes.

Puerto Rico, Cuba, Antigua y Barbuda y Dominica aun NO han logrado borrar todas las huellas de los destructivos huracanes Irma y María que azotaron al Caribe en 2017.

El recuento de los efectos de los caprichos de la naturaleza se hace extenso y los científicos alertan sobre la atadura entre las referidas tragedias y las alteraciones por el cambio climático.

Los más competentes en la materia hablan del calentamiento global como causante de una menor humedad del suelo y la consiguiente facilidad de los bosques para arder.

Particularizan los estudiosos que el cambio climático descontroló el crecimiento de colonias de insectos como el escarabajo del pino de montaña, NO habituados a altas temperaturas, y ahora propensos a debilitar la flora.

Los países con costas, en especial los del Pacífico y el Caribe, sufren por el aumento de los niveles del mar a causa del calentamiento global.

Por adición, se exponen a las poderosas marejadas desatadas por los ciclones y a las inundaciones frecuentes, a veces originadas por lluvias NO intensas.

En relación con los huracanes, los eruditos avisan acerca de la recurrencia de esos fenómenos meteorológicos más extremos.

Por último, en Europa hablan por estos días de sequía y de cómo el aumento de las temperaturas de la Tierra evapora el agua del suelo y absorbe la humedad de las plantas, hasta marchitarlas.

En la Amazonía brasileña, una nueva investigación vinculó el incremento de los incendios a la deforestación y a las intensas sequías, provocadas por el fenómeno El Niño.

NO por casualidad los científicos auguraron reiteraciones de sequías, olas de calor e inundaciones entre 2050 y 2 100 y la ONU advirtió que 2018 va camino de convertirse en uno de los años más cálidos registrados.

Se impone abandonar obstinaciones de algunos gobiernos y atender las necesidades de países que buscan ser resilientes, o sea, aumentar las capacidades de los ecosistemas de absorber perturbaciones sin alterar mayormente sus características de estructura y funcionalidad.