Retorna Nicaragua a la normalidad

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2018-08-17 08:18:03

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Foto: Univisión.

Por: Guillermo Alvarado

Durante más de tres meses el gobierno de Nicaragua fue víctima de lo que se llama una “guerra de cuarta generación”, caracterizada por un levantamiento popular supuestamente espontáneo, violencia y una presunta “cólera y descontento” hacia el presidente Daniel Ortega, todo con el apoyo de los medios de comunicación locales y las grandes corporaciones transnacionales de la información al servicio de la derecha.

En más de cien días se intentó pintar a Ortega como un tirano cruel y sanguinario, que reprimía a sangre y fuego a jóvenes universitarios, trabajadores y jubilados que resistían en precarias trincheras.

Políticos, intelectuales de derecha y no pocos equivocados de izquierda, antiguos sandinistas frustrados, religiosos y uno que otro periódico que había navegado con bandera progresista, se sumaron a esta campaña que confundió a no pocos dentro y fuera de nuestra región.

Fue hasta mediados de julio que el tinglado comenzó a caer, un poco víctima de sus propios excesos y mentiras, y otro porque al final la realidad siempre se abre paso.

El caso es que la campaña montada en las redes sociales, no tenía nada que ver con la vida real y pronto se dio paso a una verdad, y es que el presidente Ortega no es nada de lo que le estaban endilgando.

En el poder desde 2007, ganó los más recientes comicios con más del 70 por ciento de los sufragios y conseguía altas calificaciones en las encuestas que se hacen regularmente para determinar la aceptación de los gobernantes.

Hasta el 18 de abril pasado Nicaragua exhibía un probado crecimiento económico y los programas gubernamentales se extendían por todo el territorio nacional para garantizar la educación, salud y desarrollo económico de los habitualmente excluidos.

Además, era el país más seguro entre sus violentos vecinos, un lujo del que ni siquiera la reputada “Suiza de Centroamérica”, Costa Rica, podía presumir.

¿Cómo, entonces, creer que de pronto, espontáneamente, como por encanto, la población lo odió y pedía, cuando no su cabeza, por lo menos sí su cargo?

Cualquiera con mediana inteligencia sabe que los golpes de Estado no ocurren de pronto, sino que son objeto de una cuidadosa y extensa preparación, es decir una conspiración, en la que participan distintos factores y, en el caso de América Latina, resulta infaltable una representación de la embajada estadounidense.

En la confabulación contra Nicaragua participaron activamente, entre otros, el Instituto Democrático Internacional, la Fundación Nacional para la Democracia, la Agencia para el Desarrollo Internacional, USAID, y la Freedom House, todas, como bien se sabe, instrumentos contrainsurgentes de Estados Unidos.
Ahora el pueblo de Sandino marcha por las calles por la paz y contra la intervención foránea, paisaje bien diferente del caos que mentes diabólicas pretendieron dibujar en el imaginario regional. No significa, por supuesto, que el peligro ya pasó, pero sí que hay que estudiar a fondo y aprender bien todos los detalles de esta conspiración que, con matices, se aplica en otros países latinoamericanos.



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